PARÍS, Francia.- El principal interés de la elección presidencial del 18 de marzo próximo en Rusia no será la proliferación de candidatos que se presentarán contra Vladimir Putin ni la amenaza que representa el disidente Alexei Navalny. Para los 110 millones de inscritos, la “atracción” de esa lucha en las urnas serán cuatro mujeres -de 32 a 39 años-, todas bellas y pulposas como artistas de televisión, que probablemente nunca llegarán a conquistar el Kremlin, pero transformarán la batalla electoral en un desfile de modelos.
El zar ruso Vladimir Putin, que tiene prácticamente asegurada la victoria, parece impulsar algunas de esas candidaturas para evitar desnaturalizar el sentido de la elección y evitar todo debate sobre su gestión al frente de Rusia.
En la cumbre de su popularidad -con un nivel de aprobación que oscila entre 65 y 80%, según las estimaciones-, el líder ruso solo enfrenta un candidato peligroso: el militante anticorrupción Alexei Navalny, pero su candidatura corre peligro de ser invalidada por la aplanadora judicial del Kremlin.
No obstante, el aparato presidencial consagra un meticuloso cuidado a los preparativos electorales, pues el régimen busca vestir todos sus gestos con un barniz de legalidad.
Como en cada elección presidencial, el “casting” de candidatos es, en apariencia, igual al de cualquier democracia occidental. “En ruso, llamamos a eso la politicheskaya technologia”, explica Tatiana Kastueva, directora del Centro Rusia/NEI e investigadora del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI).
“CLUB DE LAS MOMIAS”
Pero no es nada fácil dar la impresión de renovar el paisaje político cuando los principales candidatos de la oposición parecen representar “el club de las momias”. Por ejemplo el eterno comunista Guennadi Ziuganov que, a los 73 años, se presenta por enésima vez desde 1996. O el ultranacionalista y xenófobo del partido Iabloko, Vladimir Jirinovski (71). Incluso Grigori Yavlinski (65), miembro de la intelligentsia y crítico del régimen, que en 1996 obtuvo 7% de votos.
Este año, sin embargo, los jóvenes nacidos después del fin de la URSS, en 1991, tendrán otras opciones: cuatro mujeres, que además de ser jóvenes y hermosas, son inteligentes y ambiciosas, han decidido lanzarse en la batalla electoral. Ninguna tiene la más remota posibilidad de llegar al poder, pero al menos tendrán ocasión de hacer escuchar su voz.
Una reciente encuesta del Centro de Estudios de Opinión Pública de Rusia (VTsIOM) demostró que solo 5% del electorado desea tener una mujer como presidenta.
La más importante de todas las candidatas es Ksenia Sobtchak, volcánica estrella de los medios de comunicación y animadora del programa “Dom-2” (La Casa-2). Hija del fallecido alcalde de San Petersburgo, Anatoli Sobtchak, Ksenia, de 36 años, creció en el círculo más exclusivo del poder. Putin fue colaborador de su padre y después su protector: en 1997, lo ayudó a escapar de Rusia cuando estaba acorralado por una investigación judicial.
¿AHIJADA DE PUTIN?
Un persistente rumor afirma que Ksenia sería ahijada del presidente ruso, versión desmentida por la interesada. Como sea, en Moscú es difícil encontrar alguien con más contactos que ella en los medios influyentes. “Ksenia tiene un pie en los medios y otro en los círculos de poder”, afirma Kastueva.
En todo caso, la “Paris Hilton rusa” -como la apodan con frecuencia- desafió al líder del Kremlin en 2011 con su apoyo a las manifestaciones anti-Putin. El mes pasado, cuando lanzó su campaña, Ksenia -que tiene 5 millones de followers en Instagram y 1.6 millones en Twitter- reclamó la liberación de los prisioneros políticos y declaró que la anexión de Crimea en 2014 “viola el derecho internacional”. La afrenta, para el Kremlin, tiene valor de crimen.
Nadie sabe, sin embargo, si su candidatura es espontánea o fue favorecida por el régimen para demostrar la existencia de un pluralismo político y, al mismo, neutralizar el descontento que creará por la futura neutralización de Navalny.
La única certeza es que la bella opositora recoge por el momento solo 1% de intenciones de voto, según el instituto independiente Levada. Apenas unas décimas más que otras tres candidatas que participarán en la batalla presidencial.
ATÍPICAS
Al igual que Ksenia, Ekaterina Gordon es periodista y defensora de los derechos de mujeres y niños. Con tres divorcios, esta poetisa, cantante y compositora es una candidata atípica: a los 37 años reconoce que nunca votó, pero cree que su militancia humanitaria es suficiente compromiso político.
“Tengo conocimiento de primera mano de cómo funciona el sistema judicial y de cómo las mujeres trabajan duro para criar a sus hijos, mientras que los hombres esquivan su responsabilidad”, dice en su página Facebook. En una clara referencia a Ksenia Sobchak, Gordon también se presenta como una persona ajena al glamour y proclama que no ha nacido con una “cuchara de plata en la boca”.
La tercera mujer que aspira al sillón de Putin es actriz: Anfisa Chekhova, de 39 años, es casi desconocida en el exterior y también existe un profundo misterio sobre su programa, pero al mismo su candidatura no pasó inadvertida pues con sus generosos atributos femeninos trastornó a una gran parte del electorado masculino.
EXESTRELLA PORNO
Mucho más conocida, por el contrario, es la vida de Elena Berkova (32), una exestrella de la televisión y el cine porno. Nacida en Murmansk, en el noroeste de Rusia, esa madre de dos hijos que también fue candidata a la alcaldía de Sochi, considera que los escándalos de violencia sexual, como el de Harvey Weinstein, se resuelven fácilmente: con la pena de muerte.
La intérprete del filme Las estudiantes prefieren los vikingos (2008) quiere que la educación sexual sea obligatoria en las escuelas, que se prohíba el divorcio y propone penalizar el uso de faldas de más de 40 centímetros de largo, una forma indirecta de combatir el uso de vestimentas islámicas.
Numerosos dirigentes opositores temen que esa proliferación de candidaturas femeninas haya sido teleguiada por el Kremlin para desviar el debate y favorecer -directa o indirectamente- la reelección de Putin.