Los acontecimientos de los años 2020 y 2021 han acelerado cambios en varias partes de nuestras vidas. Por ejemplo: la digitalización, en la forma cómo conciben el trabajo las personas, la interdependencia mundial en las cadenas productivas y la conciencia de sostenibilidad.
Aproximadamente cuatro millones de trabajadores han renunciado cada mes en los últimos siete meses en Estados Unidos (según fuentes de Business Insider), contemplando una nueva forma de trabajar, con horario flexible, orillando a una forma de medir su trabajo de manera diferente, búsqueda de un entorno más saludable, entre otros.
Aunque no aún con la profundidad que quisiéramos, el trabajador ha influenciado en las características que las empresas ofrecen a sus trabajadores para lograr retenerlos. Un segundo cambio que está ocurriendo a la par, de importancia similar y que ya venía gestándose previo a la pandemia: es el reconocimiento de la formación de cadenas de abastecimiento singulares.
No sólo son ahora de orden global, afianzándose en la productividad por cada eslabón, sino por la especificidad con la que se configuran. Por ejemplo, las características de proveeduría y venta para madera en Canadá son diversas a las de partes automotrices en la República de Corea.
Aspectos como procedencia, origen de las materias primas, acuerdos comerciales, mercado local, reglas de uso, productividad y grado de especialización laboral requerido, sólo como algunos ejemplos, configuran cadenas de suministro singulares que requieren una sintonización entre masificación, estandarización y adaptación.
Reconocer que, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, México es de los tres países con más horas semanales trabajadas, alrededor de 45 horas por semana, en promedio, mientras que Países Bajos o Dinamarca apenas superan las 30 horas por semana.
Sin embargo, no es de los países más productivos, siendo la productividad en México apenas una cuarta parte respecto a los países más productivos; en promedio, en nuestro país se producen 22 dólares estadounidenses por hora trabajada, mientras que hay países europeos que superan los 100 dólares, y el promedio de la Unión Europea es cercano a 60 dólares, y Chile es un 35% superior a México, de acuerdo al mismo organismo, durante 2019.
Las palancas para modificar el trabajo rutinario y medido sólo en tiempo, deben ser modificadas con celeridad. Avanzar a mediciones como calidad de vida del trabajador, productividad por hora laborada, grado de sustentabilidad de la empresa, como algunos ejemplos.
En la actualidad ya no basta para la empresa ser más eficiente en términos puramente económicos, cada vez más se requiere de procesos sostenibles, como el equilibrio con la naturaleza, el respeto a los derechos de los trabajadores y a la legalidad, el apoyo al florecimiento de las localidades donde se instalan las empresas, entre otros factores adicionales al económico.
México no está entre los primeros cincuenta lugares, según el Reporte de Desarrollo Sostenible de la ONU. La sana convivencia con éstos y otros factores permitirá a las empresas y trabajadores mexicanos una adaptación a nuestro entorno cada vez más cambiante.
Partiendo que estamos a media tabla, la mejora integral para un adecuado entorno laboral, será un proceso de largo plazo, oneroso, y es necesario empezarlo ya, otros ya han iniciado, y se avanza no sólo mejorando con respecto a nosotros mismos, sino también conforme seamos más rápidos que los competidores.
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