El fuego, iracundo, ha arrasado los ejidos de la majestuosa Sierra de San Miguelito; sin embargo, la voluntad de salvar este tesoro natural es más fuerte que las llamas que devoran su vegetación.
Desde las primeras luces del alba, los habitantes de la comunidad de San Juan de Guadalupe, Gran Peñón y la delegación de La Pila se han preparado para sumarse y para enfrentar el desafío.
Equipados con valentía y provistos de suministros, se dirigieron hacia la pista de Aeromodelismo, ubicada en el Parque Tangamanga 1. Allí los esperaban brigadistas de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) y de Protección Civil estatal.
Un helicóptero los transportó hacia las cumbres ondulantes de esta imponente sierra, pues de otra forma tardarían más de 5 horas en llegar a los puntos del siniestro, en donde apresurados tomaron sus palas, rastrillos y cuchillas para realizar su trabajos de exploración.
El incendio, que se desató el pasado 7 de abril, podría haber sido causado, consideran, por dos incidentes: interesados en fraccionar ese territorio; o la imprudencia de los senderistas que encienden fogatas en la zona.
Para estos guardianes de la naturaleza, cualquier razón es suficiente para unirse a las labores de extinción, pues más de seis ejidos de la Sierra de San Miguelito han sido afectados.
Además, remarcan que la historia de la sierra está marcada por incendios anteriores, y esta vez no es la excepción, por ejemplo, Gisela Rivera Hernández, valiente defensora de la Sierra, sabe que esta hazaña requiere no solo coraje, sino también un profundo conocimiento del terreno.
“No cualquiera puede aventurarse en sus dominios y enfrentar el fuego que arrebata la vida a la flora y fauna endémica. Aunque es preocupante, este incendio no alcanza la magnitud del ocurrido en 2019”.
Un incendio que ella describe como imponente, feroz y abrumador. Pero en medio de esto su lucha continúa, y la voluntad de salvar la Sierra de San Miguelito sigue ardiendo más intensamente que las llamas que amenazan su existencia.
En medio de la vorágine de las olas del fuego, cuando la naturaleza parece ceder ante las brasas, es cuando surge un rayo de esperanza en la Sierra de San Miguelito, pues la voluntad inquebrantable de los brigadistas y ejidatarios se alza como un faro en la oscuridad, desafiando al destino y a las fuerzas destructivas.
La joven Rivera Hernández, con la misma valentía que su hermano José Omar, muestra sus manos, callosas y firmes, que empuñan palas y hachas.
No es solo un trabajo; es una misión. Desde el 2019, han enfrentado la ardua tarea de cortar ramas, de enfrentarse al fuego que amenaza con devorar la tierra que aman.
“Sí, es difícil, pero nuestro compromiso es inquebrantable”, mencionan ambos.
Las horas se desvanecen en la sierra. Desde las 10 de la mañana hasta las 7 de la tarde, un horario en el que entregan su sudor y su aliento, aunque pareciera que el incendio no cede… pero ellos tampoco.
“Ahí en un punto de hidratación solitario, se reúnen todos y ahí compartimos víveres y palabras de aliento”. La Sierra de San Miguelito también se convierte en un refugio, donde la comunidad se une en solidaridad.
José Omar, con más de ocho horas de trabajo a cuestas, explica su misión: retirar todo lo que pueda avivar las llamas. Pues son 40 hectáreas dañadas, pero su determinación es incalculable.
Veinte ejidatarios se suman en cada turno, como guardianes de la tierra. El fuego no entiende de límites, pero ellos sí. Su labor es más que combatir las llamas; es una lucha contra el destino mismo.
Como hermanos, fueron llamados a la acción por otro ejidatario. Desde la delegación de La Pila, sabían que debían estar allí. No como héroes, sino como ciudadanos comprometidos.
“Acompañamos también al personal de Sedena y otras instituciones, brechando el camino como decimos nosotros “hacia la esperanza”.
En la Sierra de San Miguelito, entre el crujir de las ramas y el calor asfixiante, la llama de la lucha arde más brillante que nunca.
Brigadistas y ejidatarios, unidos por un propósito común, escriben una historia de coraje y solidaridad. No todo está perdido; en sus manos, la tierra resiste y se alza contra el fuego implacable.