El impacto de la tecnología en la vida del hombre está en aumento permanente y los niños no son ajenos a esta realidad. Desde hace más de 40 años, los medios más tradicionales de comunicación, como la televisión y la radio, ocupan un lugar importante en las actividades cotidianas de las familias, pero en los últimos años, la aparición de tablets y smartphones ha cambiado la forma de comunicarse, informarse y entretenerse.
La utilización de dispositivos móviles y pantallas táctiles se ha generalizado, habitualmente, con independencia del estatus económico o social de las familias. La cultura de las pantallas ha penetrado y permea todas las clases sociales y se utiliza a edades cada vez más tempranas.
Los dispositivos móviles presentan indudables atractivos: su portabilidad, la comodidad para los padres en cuanto a entretener a los niños mientras ellos realizan tareas necesarias, el acceso a innumerables fuentes de entretenimiento e información, y la disminución relativa de costos. Pueden servir de juego y entretenimiento a los niños menores, aunque, para aprender de las pantallas, se requiere interacción y acompañamiento de los adultos.
La exposición a las pantallas en los niños tiene desventajas. Entre las principales, están la asociación con sedentarismo y obesidad, la disminución de las horas de sueño, la posible dificultad en la interacción con otras personas, la afectación negativa de algunos rasgos de la conducta y la exposición a contenidos inapropiados.
Existen varios estudios epidemiológicos y normativas respecto al uso de pantallas en niños pequeños en países del primer mundo, pero no se ha encontrado un enfoque similar en Latinoamérica, por lo que cada familia debe tomar en cuenta todos los puntos anteriormente mencionados para decidir cuánto tiempo y más importante qué contenido debe ser presentado a los niños, ya que su obtención depende totalmente de la anuencia de los padres.