Es toda una odisea la tramitación de los pasaportes en San Luis Potosí, pese a que se supone que la tecnología ha puesto al alcance de todos, la reducción de trámites burocráticos y la rapidez en este tipo de servicios.
A las afueras del número 180 del Río Nazas de esta capital potosina, casi un centenar de personas están a la expectativa de que se den las 09:00 de la mañana para la realización de uno de los trámites que los acredita como mexicanos, el Pasaporte.
Bajo intensos rayos del sol, recargados en la pared, sentados en la banqueta y otros esperando en sus coches, están a la expectativa de que se llegue la hora de su cita, todos con cara de incertidumbre, con el pensamiento de no haber traído todos los documentos en orden o que les falte una copia. Una gran mayoría, sobre todo de la tercera edad, ha olvidado sacar copias y tiene que ir corriendo a los pequeños negocios que se han hecho ricos de tanto despistado que los utiliza.
Un hombre mal encarado, fornido, de feos modos y portando una gorra para protegerse del astro rey, grita a todo pulmón "quien viene a la cita de las 09:20?", inmediatamente se acercan todos aquellos que con ansias esperaban entrar al custodiado lugar. Lo primero que preguntan, "trae usted el baucher de pago?".
Ya ingresando a una de las extensiones de la Secretaria de Relaciones Exteriores, el primer encuentro es con una recepcionista bien vestida, de largas pestañas postizas y de hablar golpeado, ella acomoda uno a uno de los documentos necesarios para el trámite y remite a una larga fila donde decenas aguardan su codiciado turno.
En el siguiente filtro de recepción de documentos, en la ventanilla hombres y mujeres atienden a los que pacientemente esperan su turno. Ya llegando, se alcanza a ver que algunos de los servidores públicos están viendo el fútbol, revisando las estadísticas del Progol, comiendo un pequeño refrigerio y checando su facebook. Mientras que las chicas de cabellos bien peinados y falditas cortas, van y vienen contoneándose por las reducidas oficinas, para atender a los que desean el tarjetón verde. A pecho partido gritan los apellidos de los que siguen en la cola.
Ya recibida la documentación, piden salir de las oficinas para alojarse en la entrada y hacer otra espera, tienen que ser llamados para la foto. Haciendo otra fila, ya llevamos cuatro, unos viendo los relojes, otros impacientes moviendo las rodillas y pies, solo piden volver a ser requeridos para la captura de sus imágenes.
Ya, ahí, se arreglan los desaliñados cabellos, aquellos que ni el jugo de limón, logró aplacar, y aprovechan para darse la última peinadita y sacarse el mejor provecho en la foto que los va a perseguir por diez años. Los de la dependencia federal de Marcelo Ebrard, no dejan ni un cabo suelto, primero la foto del rostro, le sigue la de los ojos y luego las huellas dactilares. Entonces remiten a un calvario menos engorroso, esperar a las afueras del número 190 de esa misma calles, otros 30 minutos en que recibirán su documento oficial.
Llevando bien las cuentas, el procedimiento de renovación del pasaporte duró más de dos horas. Muchos dirán que es poco el tiempo, pero para los que cumplieron con todos los requisitos y realizaron su trámite en línea, la espera fue larga y engorrosa, qué decir, si se le agregan los días en que esperaron a poder acceder a una cita, casi un mes.
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