- "El pesebre nos desafía a no dar nada ni a nadie por perdido, por eso rescatemos a nuestras Familias": Mons. Jesús Carlos Cabrero Romero
Este domingo 31 de diciembre, celebramos la magna Festividad de la Sagrada Familia de Nazareth, prototipo de amor, de unidad, fe, silencio y amor, digno ejemplo a seguir de todas nuestras familias potosinas, mexicanas y del mundo entero, así lo señaló el Arzobispo Emérito de San Luis Potosí, Monseñor Jesús Carlos Cabrero Romero, quien dijo estar en constante oración para que ya no se atente más contra la familia y los valores que emanan de ella, pues dijo: "El pesebre nos desafía a no dar nada ni a nadie por perdido, por eso rescatemos a nuestras Familias, todavía podemos rescatarlas.
Hizo una remembranza sobre esta festividad solemne y dijo: “El culto a la Sagrada Familia, integrada por Jesús, María y José, data del Siglo I, como la Sagrada Familia de Nazareth data del siglo XVII. El evangelista san Mateo (2, 13-15 y 19-23), narra escenas de la vida cotidiana en la casa de Nazaret En 1921, Benedicto XV fija esta festividad el domingo siguiente a la celebración de la Navidad de Nuestro Señor Jesucristo”.
“El Papa Francisco elevó esta Oración a la Sagrada Familia: Jesús, María y José en vosotros contemplamos el esplendor del verdadero amor, a vosotros, confiados, nos dirigimos Santa Familia de Nazaret, haz también de nuestras familias lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas Iglesias domésticas”.
“Santa Familia de Nazaret, que nunca más se den en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división; que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado. Jesús, María y José. escuchad, acoged nuestra súplica. Monseñor Cabrero, instó a hacer esta oración a la Sagrada Familia de Nazareth la siguiente oración”.
ORACIÓN A LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARETH:
Al terminar otra vez un año, nos detenemos frente al pesebre para dar gracias por todos los signos de la generosidad Divina en nuestra vida y en nuestra historia, que se ha manifestado de mil maneras en el testimonio de tantos rostros que anónimamente han sabido arriesgar.
Acción de gracias que no quiere ser nostalgia estéril o recuerdo vacío del pasado idealizado, sino memoria viva que ayude a despertar la creatividad personal y comunitaria porque sabemos que Dios está con nosotros. Dios está con nosotros. Nos detenemos frente al pesebre para contemplar cómo Dios se ha hecho presente durante todo este año y así recordarnos que cada tiempo, cada momento es portador de gracia y de bendición.
El pesebre nos desafía a no dar nada ni a nadie por perdido. Mirar el pesebre es animamos a asumir nuestro lugar en la historia sin lamentarnos ni amargamos, sin encerrarnos o evadirnos, sin buscar atajos que nos privilegien. Mirar el pesebre entraña saber que el tiempo que nos espera requiere de iniciativas audaces y esperanzadoras, así como de renunciar a protagonismos vacíos o a luchas interminables por figurar.
Mirar el pesebre es descubrir cómo Dios se involucra con nosotros sus Hijos, involucrándonos, haciéndonos parte de Su obra, invitándonos a asumir el futuro que tenemos por delante con valentía y decisión. Mirando el pesebre nos encontramos con los rostros de José y María. Rostros jóvenes cargados de esperanzas e inquietudes, cargados de preguntas. Rostros que miran hacia delante con la no fácil tarea de ayudar al Niño-Dios a crecer.
No se puede hablar de futuro sin contemplar los rostros de Jesús, María y José y asumir la responsabilidad que tenemos para con nuestros niños y jóvenes; más que responsabilidad, la palabra justa es deuda, sí, la deuda que tenemos con ellos. Hablar de un año que termina es sentirnos invitados a pensar como estamos encarando el lugar que los jóvenes tienen en nuestra sociedad".