La co-dependencia emocional a su ex-pareja la llevó a entrar al mundo de las adicciones, no comer y bañarse por días, dormía en el segundo piso de una insalubre casa abandonada, se distanció de su familia, vendía rastrillos por las calles para obtener algo de dinero.
Hoy en día para María Fernanda es una historia que ha quedado en el pasado, superada, y que lamentablemente a pesar de que ocurrió 1985, no es un caso aislado y ocurre hoy en día con diferentes protagonistas.
Esta es su historia...
En una fiesta en el municipio de San Luis Potosí, conoció a la persona con la que perdió su dignidad y olvidó el propósito por el cual llegó a esta entidad, que era básicamente estudiar y trabajar, venía de la sierra de Chihuahua.
Empezó a buscarlo a través de amigos en común a los pocos días de conocerlo se hizo su novia, convivían los fines de semana con él, mientras que de lunes a viernes ella se dedicaba a su rutina de estudiar y trabajar.
Un par de meses después de ese mismo año, un fin de semana empezó a notar comportamiento extraño en él, y dedujo que se drogaba, pero justificó su decisión de seguir con él porque “aún no era adicto”; al paso de los días supo qué tipo de sustancias consumía, se percató de la frecuencia de consumo, la cantidad y los notables cambios de su personalidad.
Para ese entonces Fernanda, vecina de la colonia Barrio de Santiago, ya estaba en la línea delgada entre amor y adicción afectiva, amaba intensamente a esa persona que no conservó su independencia personal.
Para mediados de 1986, su situación empeoró, y aunque seguía trabajando y estudiando, los fines de semana se los dedicaba a él, a “cuidarlo” para que no se drogara, se convenció de que podía ayudarlo y con ese pensamiento se agudizó esa relación de “dueña-súbdito”.
A mediados del año 1987 dejó su trabajo para tener más tiempo con él. Encontraron un viejo edificio y se convirtió en su refugio. La codependencia aumentó al grado de abandonar sus estudios y empezar a sufrir maltrato físico y psicológico.
Cierto día, el infierno se desató dentro de las paredes de ese ´refugio´. Una discusión subió de tono. La paranoia por la falta de droga y la fuerza física que acompaña a los hombres lo hicieron golpearla de tal forma que solo alcanzó a sentir su pie en mi cabeza.
Estuvo inconsciente alrededor de 5 horas, cuando despertó del golpe todo era confuso, trataba de recordar su nombre, a lo que se dedicaba, de inmediato vino a su memoria su familia, pidió ayuda y fueron paramédicos de Cruz Roja Mexicana los que la auxiliaron.
Horas más tarde la dieron la alta médica y leyó el diagnostico, ´Traumatismo Craneoencefálico Leve´ y como consecuencia amnesia y/o pérdida parcial de la memoria; incapaz de recordar de forma coherente lo que le sucedió al menos durante 24 horas previas.
El neurólogo antes de irse le dijo que era afortunada porque no tuvo otros síntomas progresivos como vómitos, visión doble o dificultad para caminar, entre otros, "tuviste suerte".
“Quiero decirle a esas mujeres que han tenido alguna codependencia, que es importante tener un romance consigo mismas, les aconsejo buscar detalles agradables que todas tenemos, aceptar sus defectos sin permitir que éstos nos opaquen, y sobre todo no debemos permitir que nadie nos imponga o manipule a su antojo o necesidad”, concluyó al indicar que lo mejor que ha tenido después de este duro suceso en su vida, es su familia, quienes la ayudaron a salir adelante.
“Si hoy tuviera la oportunidad de nacer mujer, lo volvería hacer, pero sería más cuidadosa en quién pongo mis sentimientos, eso es lo que les digo siempre a mis dos hijas”, indicó.
Para este próximo Día Internacional de la Mujer, no pide mucho, expresó, solo salud para disfrutar por más tiempo a sus seres queridos.