Ir a Soledad de Graciano Sánchez una mañana cualquiera y no comer tamales, con un vasito de atole, es como no haber ido, ya que su consumo entre quienes van a realizar algún trámite al ayuntamiento, al Seguro Social que está a una cuadra o quien simplemente pasa por ahí se ha vuelto una tradición y aunque hay varios negocios, es el de doña Irma el más buscado desde hace 15 años.
Para sacar adelante su emprendimiento, que empezó cuando sus hijas la animaran a vender luego de hacerlos por primera vez aun sin saber, Irma Oviedo convierte 15 kilos de masa en tamales, una labor que empieza desde la tarde de un día anterior y que le representa levantarse a las 4 de la mañana a cocerlos, ya que parte de su secreto es que estén recién hechos.
Vive en la zona cercana a al jardín Hidalgo o la plaza principal de Soledad y aunque sale a las 7 de la mañana de su casa, a veces llega 15 para las 8 a la esquina donde tradicionalmente se instala, debido a que los vecinos ya saben y le van comprando y aunque todo el año vende, es de septiembre a febrero, cuando asegura, le va mejor.
“Desde hace 15 años me dedico a la venta de tamales, que son de lomo rojo, los mas vendidos, de pollo, rajas, picadillo y dulce, yo ni sabía hacerlos, pero un día se nos antojaron en la casa, me quedaron buenos y mis hijas me animaron a vender y aquí seguimos, venimos todos los días del año, la verdad es que nos va bien” dijo en entrevista.
Un tamal no puede ir sin su atole, Irma lo sabe así que también prepara esta bebida tradicional mexicana, de la cual hace 50 litros diarios y dice tiene una especialidad, que es el de nuez, el cual es el más buscado por su sabor y por el plus que representa el agregarle trozos de este fruto seco, además, prepara el tradicional de avena y otro de chocolate, los cuales va variando durante la semana, para darle gusto a la clientela.
De lo que le ha dejado la venta de tamales, esta comerciante soledense reconoce que ha sido un apoyo para sus cinco hijos, que le ayudan en la preparación, estudien la universidad, además de permitirle ser una mujer independiente económicamente, pues, aunque está casada y su esposo la apoya con el trabajo, las ganancias son para ella y sus hijos.