Soledad de Graciano Sánchez.- Cada 28 de agosto se celebra en México el Día de los Abuelos, y en el asilo San Vicente de Paúl no pasó desapercibida la fecha, como una manera de reconocer todo el trabajo, cariño y la importancia que los mayores tienen dentro de la familia.
Ubicado en Anillo Periférico Oriente kilómetro 22, jurisdicción del municipio de Soledad, el asilo únicamente recibe a mujeres mayores de 65 años, tiene un capacidad para 60 y actualmente lo habitan 26, y todas ellas celebraron el día con un desayuno especial y una celebración eucarística.
Se les entregaron a las abuelitas regalos personalizados que hicieron los voluntarios Cummins, y quienes formaron parte de la celebración, junto al personal que labora atendiendolas y las religiosas de la congregación “Aliadas Carmelitas Descalzas de la Santísima Trinidad” provienen de Aguascalientes, que también ahí prestan su servicio.
Quienes viven en el asilo:
Josefina, de 75 años de edad, risueña, inteligente y hacendosa.
Vivió durante mucho tiempo con su hermano con el que tuvo un lazo fuerte, ya que juntos pasaron por situaciones difíciles Durante un periodo, Josfina se dedicó a vender fajas y fue así que pudo salir adelante, tiempo después se aventuró a probar suerte en Estados Unidos, trabajando en un restaurante pero no le gustó, extrañaba su país y a su familia. Hoy en día vive en el asilo, es solidaria y le gusta ayudar en lo que pueda en las labores de la residencia , siempre tiene una actitud positiva ante todo.
Lupita, de 88 años, trabajadora, creativa y noble
Laboró como periodista y viajó a muchas partes del mundo, entre las notas más importantes que cubrió fue la de los Juegos Olímpicos de 1968. La mayor parte de su vida la dedicó al trabajo, el cual desempeñó con mucha pasión. Lupita comenta sentirse plena por todo lo que ha hecho a lo largo de su vida, disfruta platicar de sus aventuras que llegó a tener en su vida: su lema es, “las cosas solo se viven una vez”.
Matea, 85 años, servicial, amigable y noble
Desde los 11 años de edad empezó a trabajar junto a su papá en el campo, dentro de las actividades que desempeñaba era barrer la basura de las milpas, sembrar frijol, cuidar borregos y ordeñar vacas. Uno de los momentos más difíciles para ella fue haber padecido paludismo, y un daño que tuvo en su piel por estar mucho tiempo en el sol, comentando que no dormía y comía.
Actualmente Matea sigue siendo una persona muy activa, le gusta ayudar en la residencia, barrer, recoger platos después de cada comida, ya que a algunas compañeras se les dificulta caminar o tienen problemas para comer, no duda en ayudarlas.