Desde la llamada "era radical", en la que se incluye el mandato de Aurelio Manrique, quien gobernó San Luis Potosí de enero de 1924 a enero de 1926, nadie recuerda algún cierre masivo de bares y cantinas.
Manrique promulgó una ley seca total (estado seco), que casi desaparece esos sitios de esparcimientos que en la actualidad, obligados por la contingencia ambiental por el Covid-19, también se han visto obligados a cerrar sus puertas por tiempo indefinido.
Al menos en el Centro Histórico, donde pululan los bares y cantinas tradicionales, desde hace unos días ya muchos propietarios o encargados optaron por no abrir a sus frecuentes parroquianos.
Otros, agobiados por el pago de las costosas rentas de los inmuebles que ocupan, se esfuerzan por mantener el servicio, con las medidas ordenadas por las autoridades sanitarias: Espacios suficientes entre mesa y mesa, no a más del 25 por ciento de su capacidad y solamente una o dos personas en barra, entre otras.
Sin embargo, temen llegue el momento en que se les obligue a cerrar aún con sus precauciones, casi como en los tiempos del gobernador que ordenó el cierre de todas las cantinas y bares de San Luis Potosí. Manrique, dicen, era abstemio.
Algunos recuerdan los cierres sugeridos durante la contingencia por la influenza H1N1 en los noventa, o la suspensión de labores por ordenamiento oficial (Ley Seca) en tiempos electorales, de uno o dos días, pero ningún cierre masivo como el actual.
Por lo pronto, los pocos bares y cantinas abiertos son los únicos sitios donde los parroquianos pueden, todavía, con los riesgos que ello implica, seguir disfrutando de las llamadas bebidas espirituosas.
Espacio suficiente entre mesas, no a más del 25% de capacidad y sólo una o dos personas en barra