Los medios electrónicos, junto con la crisis sanitaria derivada del Covid-19, desplomaron drásticamente la venta de periódicos y revistas; sin otro apoyo, sus vendedores se han visto obligados a sortear esa baja en sus ingresos comercializando también libros, golosinas y ahora hasta cubrebocas.
Don Pepe, quien mantiene su kiosco de revistas en el Centro Histórico casi a la fuerza -después de más de 30 años de tenerlo-, dice que sobre el Internet, “nos vino a fregar” porque muchas revistas dejaron de venderse. “Ya todo lo bajan de la computadora, la música, las revistas, hasta los periódicos”, asegura.
Y a partir de la pandemia, las ventas se desplomaron, tanto que como el suyo, muchos kioscos de revistas terminaron por convertirse en estanquillos con venta de dulces, frituras, refrescos en botella desechable, tarjetas telefónicas y, para estar “ad hoc”, hasta cubrebocas y caretas. Algunos hasta música y discos “piratas” o usados tienen a la venta.
María —doña Mary, para sus clientes habituales—, aplaude el esfuerzo de muchas revistas por seguir siendo atractivas para la clientela; hay clientes que siguen buscando los ejemplares coleccionables, o los que llevan de regalo algún producto. “Muchos vienen, desde años, a comprar la revista semanal, quincenal o mensual que siempre han comprado, pero ya son muy pocos; por ellos estamos aquí...”.
Los periódicos —locales o de distribución nacional—, tienen su mercado cautivo, a pesar de que la mayoría de ellos ya se pueden consultar en dispositivos electrónicos, pero las revistas “de chismes” y las de corte erótico todavía tienen sus compradores. Igual que don Pepe, María también vende golosinas y bebidas —principalmente agua embotellada—, en su espacio de venta.
“Luego vienen los inspectores y nos dicen que tenemos el permiso para vender revistas, que no debemos cambiar de giro, que quitemos los dulces, los refrescos, pero es que de ahí sale también para nuestra comida”, se queja.
Roberto A., también vendedor, dice que hay un mercado que deja buen dinero, y que es la venta de revistas antiguas, de las que son difíciles de conseguir. “Son para coleccionistas, a veces las pagan; vienen y te preguntan y, si puedes conseguir el ejemplar, ya te llevas una lana...”.
Reconoce que, desde antes de la era Covid-19 las ventas de revistas ya se habían desplomado; luego vino la crisis sanitaria y la gente dejó de comprar lo poco que se vendía, lo que diversificó los kioscos, donde “hasta libros de librería -la mayoría usados- tuvimos que meter”.