Dejar familia, amigos y casa o salvar la vida, esa es la disyuntiva que hoy ha traído a Rosa y Helen a México, ambas abandonaron Honduras y van en busca del “sueño americano”.
A pie, de ride en plataformas de tráileres o en vehículos particulares, cargados con una cobija, una mochila y algunos con carriolas para hacer más fácil el traslado de sus hijos, este viernes ingresaron a territorio potosino los migrantes centroamericanos que han optado por viajar en caravana en un intento de llegar a la frontera con Estados Unidos.
Esta caravana salió el 14 de enero de Honduras, pero en ella hay también ciudadanos salvadoreños y guatemaltecos, la inseguridad y la pobreza los expulsaron de su país, o al menos eso es lo que cuenta la mayoría, sin plena conciencia quizá, de que en México las cosas pueden no ser muy diferentes.
Este contingente está conformado por una significativa mayoría de hombres, seguidos de niños y niñas incluso de meses de nacidos, y la minoría son mujeres, algunas de ellas embarazadas; esta vez la llegada de la caravana fue más ligera a comparación de las que ingresaron a territorio mexicano el año pasado, pues han aceptado el control documental de las autoridades, y han encontrado solidaridad en algunos traileros que este viernes los acercaron a su siguiente punto de descanso en la entidad potosina.
Con orden hicieron dos filas para ingresar a las instalaciones de la feria, en un costado los varones y en otro las mujeres y niños; ahí fue posible conversar con dos de las mujeres que vienen en este grupo, la primera pregunta, ¿qué motiva a una persona a abandonar todo y salir a un país desconocido?: “Tenemos inseguridad en nuestro país, falta de empleo y temor a las pandillas” responde Rosa.
Ella es madre soltera y viaja con sus tres hijas, de 11, 14 y 18 años de edad. Es un riesgo para un cuarteto de mujeres emprender esta travesía, sí, pero también lo era permanecer en su país, “en las escuelas estaban robando niños y el temor mío era que alguna de mis hijas sufriera algún atentado, a las niñas así tratan de engañarlas”.
Rosa refiere que no encontró otra salida para cuidar de sus hijas, y en su mente entró la idea de que quizá en otro país podría encontrar un mejor lugar para que vivan sus hijas, por lo que incluso recomienda a los connacionales que estén su misma situación “busquen la manera cómo salvar a sus hijos”.
Helen vendía productos de belleza por catálogo en su natal Honduras, también lavaba y planchaba ajeno para tratar de obtener un ingreso, y aunque ha escuchado de mujeres que son asesinadas, violadas o maltratadas en su trayecto a Estados Unidos, señala que en su país “no hay trabajo, no hay comida”, por eso fue que decidió ir en busca del “sueño americano”.
Ir de Honduras a Estados Unidos con ayuda de un “pollero” tiene un costo de 10 mil dólares, por lo que Helen optó por unirse a la caravana, “nosotros no traemos esa cantidad para pagarlo”.
Ambas mujeres señalan que hasta el momento les ha ido bien en su paso por México, han sido recibidas en albergues, “Dios nos ha ido abriendo puertas y nos ha ayudado bastante”, y con esa esperanza en seguir con la venia divina y encontrar una mejor vida, siguen su camino rumbo a Estados Unidos.