Leyendas, relatos de terror e icónicas anécdotas, forman parte de la historia que envuelve a la Fonja de Pedroza o Puente de Pedroza, ubicado en el álveo natural del Río Santiago, ahora convertido en un colector articulado con el resto del área metropolitana, mismo que permite la movilidad motorizada.
La construcción de la Fonja de Pedroza, comenzó desde un pozo de la familia Pedroza, según lo indican algunos historiadores y cronistas de la entidad. Se inicia la edificación de este puente a principios del siglo XX (1901) a consigna de la misma familia. Originalmente fue un un canal de agua para regar las huertas ubicadas a sus alrededores y pequeños campos de cultivo, que se encontraban localizados cercanos a la zona, actualmente es utilizado como un paso peatonal, bicicletero y vía alterna para motociclistas.
Según indican los residentes de la colonia Los Reyitos, hace algunas décadas el brío de este singular puente era diferente al que se observa ahora. “En su entrada se encontraban algunas huertas, que tenían duraznos, uvas y demás árboles frutales, también había mucha fauna debajo del puente donde se podían ver murciélagos y hasta ranas. Ahora se encuentra en el olvido. Con la construcción de fraccionamientos, y la construcción de esta conectividad donde ha aumentado el flujo de automóviles, poco queda de eso. Para muchos es una vía obligada de acceso para cruzar hacia el otro lado caminando, pero su imagen deteriorada y vandálica -por la cantidad de grafitis en sus entradas empedradas-, han creado una imagen malsana para los que aquí residimos y los que por mera suerte tienen que pasar por ahí”, refirió don Mario Lara, vecino del Puente de Pedroza.
Y es verdad. La majestuosidad de sus arcos a medio punto, sus intradós empedrados, su muy conocida calzada angosta y qué decir de sus viejas pero resistentes puertas enrejadas, son algunas de las bellezas arquitectónicas que en esta Fonja, han quedado desdibujadas con el pasar de los años y también, por qué no, la notoria falta de mantenimiento.
Pero aún con toda esa imagen lúgubre y descuidada, algunos vecinos rememoran el Puente de Pedroza, en aquellos años donde todavía no se contemplaba la movilidad motorizada, cuando el cauce del río le daba un aspecto estético distintivo. Así lo recuerda la señora Angélica de Jesús, de 64 años de edad, y antigua residente de la calle Manuela López, de la colonia Los Reyitos. “Fue una época muy bonita. En la década de los 70, llegamos a ir a nadar al río, o saliendo del kinder nos llevaban a pescar cerca del Puente de Pedroza. También mis tías llegaron a ir a lavar ropa al río mientras mis hermanos y yo nos mojábamos, y de ley tenía uno que cruzar el puente, ahora nada quedan de esas historias, sólo los recuerdos”, comentó.
Transitar por este puente es entrar a un portal hacia el pasado. Es sentir como un céfiro fuerte anuncia el misticismo que envuelve a este distintivo lugar, pues son muchas las historias casi sobrenaturales las que se cuentan sobre este sitio.
Vecinos de la calle Sara Pérez de Madero, que está a unos cuantos metros de este puente, con una seriedad absoluta, relataron algunas de las leyendas urbanas que envuelven a este simbólico sitio. “Pues no son muchas, pero aún se cuentan algunas, empezando porque aquí en el río hace algunas décadas, muchos jóvenes, en su afán de pasar un rato agradable nadando en el río, se ahogaban"...
"Nosotros le llamamos la hora del “chan, chan”, desde pequeños nuestros padres que residían en esta zona, así le llamaban a cierta hora de la noche, y comentaban que los ahogados se aparecían. Ciertamente en aquellos años, cuando uno era joven sí se escuchaban algunos ruidos extraños, pero ahora que ya pasó el tiempo referimos que tal vez era la fauna que se encontraba en el río o cercana al cauce del mismo”, comentó el señor Carlos, tendero de la zona.
De igual forma algunos jóvenes entre risas y una peculiar insistencia, mencionaron que, “Pues aquí dicen que deambula La Llorona, pero esa historia ya está muy conocida, y no sólo en esta zona se disque aparece. El peor temor es salir de noche y ser asaltado”, comentaron a carcajadas.
Otros residentes señalaron que a veces se escucha el azotar de las puertas enrejadas de este puente, por la noche, y que a lo lejos se ven las siluetas de algunos entes, que gritan y espantan a quien se acerca, “se cuenta mucho que cierran las puertas a la media noche y que encierran a la gente que pasa por el puente, pero nunca hemos visto nada, en algunas ocasiones sí se oyen cosas extrañas”, indicaron.
Esta acequia hoy convertida en puente, es sin dudarlo, una silueta inconfundible dentro del distintivo boulevard Río Santiago. Donde a pesar de la traza urbana que lo enmarca, en temporada de lluvias torrenciales el arroyo natural vuelve a tomar forma, y es entonces donde esta antigua zanja se muestra imponente, con su geometría perfecta y sus elementos arquitectónicos con características únicas.