Dos meses duró intacto el mural plasmado en las paredes del puente Manuel José Othón; alguien pintarrajeó unas figuras indescifrables sobre la obra que costó varias semanas completarla.
No corrió la misma suerte que el gran mural que adorna la barda del panteón del Saucito, que lleva más de dos años sin mancha de grafiti, o de muchos otros que colorean distintos puntos de la ciudad, como es el Centro Histórico, con sus murales en cortinas metálicas de sus establecimientos comerciales.
Se nota que no fueron grafiteros profesionales, sino algún malviviente que se consiguió alguna pintura en spray y no halló dónde poner su “firma”. Además, entre los expertos, los que sí saben, hay una regla no escrita de respeto, de no afectar tu trabajo, de no pintar sobre él o borrarlo.
El paso, se sabe, es obligado de “jóvenes inquietos” de las colonias San Luis Popular y Ferrocarrilera, que dejan a su paso garabatos en las paredes que se les ponen enfrente.
Inaugurado apenas a principios de febrero pasado, el mural cambió la fisonomía del puente, y mostró a quienes lo cruzan imágenes de la cultura potosina, desde el ferrocarril, la procesión del silencio, los bailes sonideros y hasta parte de su gastronomía.
Desde finales del año pasado, la dirección de Servicios Municipales convocó a muralistas a rescatar ese puente, tan importante porque es uno de las entradas al Centro Histórico desde el oriente de la ciudad, y que antes daba miedo atravesarlo, principalmente a pie.
A la par de su gran mural, se mejoró su otrora sórdida iluminación y cambió por reflectores de gran intensidad que hicieron seguro el paso; solamente falta resolver sus frecuentes inundaciones, nada más.
Personal de Servicios Municipales indicó no estar enterado que se manchó una parte del mural con trazos ininteligibles, y que en todo caso se analizaría el caso con los autores, entre ellos Javier Álvarez Charqueño “Jober” que ha tenido participación en otros de los murales que han cambiado la fisonomía de la ciudad, principalmente del Centro Histórico.