Con una sentencia de 70 años de prisión, Ignacio Benavente Torres tenía dos opciones: cumplir la condena, o defender su inocencia, su elección fue la segunda, y para lograrlo tuvo que sortear varias dificultades para estudiar Derecho y asumir su propia defensa.
En 1991 Ignacio Benavente fue detenido en Estados Unidos acusado de un delito que no cometió, fue juzgado y absuelto, así que decidió regresar a México, pero a pesar de tratarse de su país de origen, aquí las cosas fueron peores, pues lo detuvieron nuevamente por el mismo delito, fue juzgado y sentenciado a 70 años de prisión, “pasándose las leyes por el arco del triunfo, activaron todo el sistema judicial para rehacer el caso y, me sentencian a 70 años en prisión, después de que estaba comprobado con videos, los verdaderos responsables estaban plenamente identificados y con órdenes de aprehensión en su contra”.
A los 10 años de encarcelado se le presentó la oportunidad de estudiar una profesión, entre varias opciones optó por el Derecho, cursó sin problemas el primer año, cuando se enfocan principalmente en estudios literarios, pero a la hora de comenzar con el análisis de la Constitución, la Ley de Amparo y la Ley de Ejecución de Medidas, comenzaron los problemas, pues aunque los libros llegaban a la prisión, en la biblioteca no se los prestaban, “por el hecho de estudiar derecho te conviertes en la persona más peligrosa del penal, porque sabes cómo defenderte”.
Ignacio, incluso fue trasladado a un centro de máxima seguridad en Guasave, Sinaloa, pero con ingenio buscó la manera de hacerse de la Constitución: le pidió a sus compañeros que le solicitaran a sus familiares que entre líneas, en sus cartas, le escribieran cada uno de los artículos de la Carta Magna; los reunió todos, mas en una revisión a las celdas encontraron los papeles y le impusieron un castigo de 15 días colgado de los brazos.
Al aprender la Ley de Amparo comenzó a enviar amparos para que se estudiara su caso y quedar en libertad, entonces descubrió un engaño del que había sido víctima, los abogados privados le cobraban en miles de dólares cada amparo que presentaban, cuando a él le costaban 6.50 pesos, que era el precio del timbre postal.
El 11 de septiembre de 2012, ya con 21 años en prisión, recibió una notificación que anunciaba su libertad, misma que obtuvo el 15 de octubre de ese año, “ese día le prometí al director del penal que haría asociación civil para defender a los que no tienen dinero y conocimientos”, aunque su primera acción fuera de prisión fue notificar a los jueces de Los Mochis sobre los castigos a los que eran sometidos los internos que tramitaban amparos, “fueron a hacer una visita sorpresa y encontraron a más de 23 personas colgadas de los brazos”.
Después de ello estudió una maestría en Derechos Humanos y el 6 de marzo de 2013 creó la organización Pro Libertad y Derechos Humanos, que hasta el momento ha ayudado a más de 10 mil presos; hace unos meses Ignacio Benavente tomó la defensa de los Policías Federales que serían removidos a la Guardia Nacional, quienes asegura, iban a ser corridos sin derecho a su antigüedad. Entonces el secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, sacó a relucir que estuvo detenido por secuestro.
El incentivo para defenderse y recuperar su libertad fue éste: “sólo quería salir, darle un beso a mi esposa y darle un beso a mis hijos, y que cuando me viera la gente no me viera como un ex convicto, que me viera como una persona normal con ganas de trabajar y de luchar, hasta ahorita lo he logrado”.
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