“Una camita, ropita, lo que se pueda para ayudarnos…”, dice Eustolia Torres con su voz entrecortada al tiempo que voltea a ver a su alrededor lo que fueron sus pertenencias y de su esposo, algunas todavía humeantes después de que horas antes las perdieron en un incendio en su modesto domicilio de la colonia Potosí-Rioverde.
No pide ayuda para alimentos porque los vecinos, los mismos que la noche anterior los auxiliaron para salir del inmueble –su esposo tiene una pierna lastimada y no puede caminar- los están apoyando con comida.
También les agradece una silla de ruedas que anoche mismo le hicieron llegar a su esposo. “La otra se quemó en el incendio…”.
Eustolia y su esposo, ambos adultos mayores, se dedican a lavar automóviles, y anoche, entre las 8 y 9, se hallaban en su modesta vivienda cuando se registró un corto circuito que no tardó en propagarse debido a objetos que han acumulado.
Los vecinos reaccionaron y los sacaron con tiempo, y literalmente se encargaron de sofocar el fuego. “Cuando llegaron los bomberos ya casi se había apagado todo”, relata Eustolia que agradece y vuelve a agradecer a sus vecinos.
Mire joven, lo material no importa; aquí seguimos…”, menciona mientras revisa papeles y papeles -quizá documentos importantes- como para cerciorarse que no tuvieran daño.
Al exterior del domicilio –en la Segunda Privada de Moctezuma 105-, a unas horas de sofocado el incendio, todavía persiste el olor a quemado; hay ropa y restos de muebles y otras pertenencias regadas en el exterior. Dentro, es un desorden de objetos, algunos que parece que todavía humean cuando son removidos.
Y Eustolia va y viene hurgando entre esos escombros, intentando hallar algún objeto que todavía le sirva, mientras su esposo, cabizbajo lo observa sentado, sin poder auxiliarla por su pierna lastimada.
Le preguntan que si requiere algo. No pide dinero, más bien una cama, un mueble y quizá ropa para ella y para él; sin embargo, todavía ignora si el domicilio es habitable, lo que en breve le dirá el personal de Protección Civil.