- Es testigo del juicio contra Francisco I. Madero; fue sede de las oficinas de Telégrafos
- El inmueble estilo neoclásico resguarda el caballito de madera y la cámara que fotografió a miles de personas en La Alameda
- Fue propiedad de los frailes Carmelitas. Hoy en día alberga casi las mil piezas con incalculable valor histórico, cultural e incluso emotivo
A lo largo de casi cien años, entre sus muros fueron recibidas y enviadas -a través de palabras entrecortadas- las buenas, las malas y las peores noticias para San Luis Potosí; su fragua de hierro forjado y fundido fue testigo de un juicio trascendental en la historia de México contra Francisco I Madero; actualmente es morada, por elección de su propietario, de la cámara fotográfica y su inseparable y emblemático caballito de madera, que acompañó a los abuelos en las fotografías del recuerdo tomadas en la alameda Juan Sarabia.
Así, el inmueble en el que predomina el Neoclásico y sede por casi un siglo de las oficinas de Telégrafos de México; así como del Juzgado de Distrito en los años de la Revolución; y del actual Museo de la Máscara; se convierte en un mudo pero significativo cronista de la historia de nuestro estado.
El edificio, ubicado en las calles de Vicente Guerrero esquina Mariano Escobedo en la capital potosina, perteneció inicialmente a las construcciones de la zona, propiedad de los frailes Carmelitas. En la manzana, donde actualmente se ubica el museo, inicialmente había cinco casas, que cuando pasaron a manos de particulares se convirtieron en tres; en esa etapa, hacia 1892, Ramón Martí Llorent adquiere la propiedad.
En entrevista con El Sol de San Luis, la responsable del Centro de Documentación Histórica “Alejandro Espinosa Pitman”, Alejandra Sánchez, advirtió que el inmueble conserva prácticamente las características desde su construcción, “a excepción de modificaciones inofensivas al interior, para habilitar muros que dividen las habitaciones, y en algún tiempo se contempló que en la planta baja hubiera locales comerciales”.
Indicó que a través de libros “y algunos documentos de reciente hallazgo, relacionados con los dueños iniciales del inmueble, el propietario estableció como una de las condiciones que no se modificarán los espacios cuando hubiera un arrendamiento,
Se han encontrado otros documentos, reveló, entre los que se cuenta un contrato que se realiza con los artistas Compeán y Molina, italianos que llegaron a trabajar a la Catedral con Montes de Oca, es un contrato en el que se exponen las condiciones de que habitaciones se van a decorar en cuestión de plafones.
El estilo que predomina en el edificio es el neoclásico; sin embargo, al tener varios elementos arquitectónicos que se complementan, en realidad es un estilo ecléctico, en el que pueden observarse las técnicas de hierro forjado y fundido.
En lo que respecta al exterior, la fachada sur tuvo que modificarse, pues hasta antes de 1973 había unas casas que colindaban con esta, por lo que al hacer la recuperación de estos espacios por parte de gobierno, se opta por construir un jardín, parte de lo que actualmente conocemos la Plaza del Carmen.
Para ello fueron derruidos los inmuebles aledaños, en los que también había un hotel, luego de esto no había nada, la fachada estaba lapidada al colindar con otras construcciones, por lo que hubo que construirla, copiando la fachada posterior.
SIGLO XX
A pesar de que desde el año 1902 se otorgó el espacio para que se instalaran las oficinas de Telégrafos, en el Archivo Histórico fueron hallados documentos sueltos, en los que se consigna que esta cesión se hace efectiva hasta 1907, cuando llegan las instalaciones de la empresa a este espacio y que termina su ejercicio, en este inmueble, hasta el año 2004.
Parte de la historia que se guarda entre sus paredes está relacionada con haber sido sede de distintas instituciones, entre ellas el Juzgado de Distrito donde se llevó a cabo un juicio contra Francisco I Madero, el proceso se llevó a cabo en este edificio hacia 1909 y 1910.
MUSEO DE LA MÁSCARA
Hay datos muy interesantes con respecto al Museo Nacional de la Máscara, expresó Alejandra Sánchez, ya que su inauguración inicial se da en 1982, cuando el ingeniero Víctor Moya realizó la donación oficial a la institución, con patronato constituido desde 1979, de alrededor de 750 piezas, y pide un espacio digno a gobierno para tal colección.
Moya era una persona apasionada por la cultura mexicana, viajaba constantemente a lugares muy recónditos, donde, de diferentes maneras, consiguió cientos de máscaras, en algunas ocasiones incluso con la indumentaria.
El acervo del recinto ha crecido a través de donaciones, “entre las más importantes, en cuestión de número de piezas, está la del doctor Cortina Watson, que se dio en 2015 con alrededor de 320 piezas”.
No menos importante ha sido la cooperación de algunos artesanos mascareros, quienes han hecho donaciones como la de Don Fidel de la Puente, a quien se le conoce como “el diablo mayor”, quien regaló máscara e indumentaria con la que llevaba años haciendo la ejecución del evento conocido como “la diablada”.
El museo permaneció prácticamente sin cambios desde 1982, hasta 2004 cuando se cerraron sus oficinas para realizar una restauración integral al inmueble, “cuando salen las oficinas del telégrafo se da en comodato la totalidad del inmueble al museo Nacional de la Máscara.
Esto se concretó hasta el año 2009, cuando se llevó a cabo la reinauguración del Museo Nacional de la Máscara, mientras tanto tuvieron que enviarse las piezas hacia algunas bodegas “incluso se modificó el espacio para dar atención a exposiciones extramuros, es decir exposiciones que se presentan en otros municipios, estados o países, así como para algunas otras actividades culturales”.
OBJETOS DE CULTO POPULAR
Al ser un museo de tradiciones populares, al Museo de la Máscara han llegado artículos de valor histórico, incluso sentimental, trascendentales para San Luis Potosí, “tal es el caso de la reciente donación del caballito y de la cámara fotográfica de Odilón Govea, mejor conocido como el fotógrafo de la alameda”.
El donante de tan singulares artículos, Martín Govea, reveló que su padre sugirió que al fallecer se quemarán el caballo y la cámara, ya que él entregó junto a ellos, lo que tenía que entregar en vida y que con eso había cumplido su objetivo.
A los familiares no les pareció en nada correcto el fin previsto para los objetos que por años dieron sustento a la familia Govea, por lo que sin ánimo de lucro fueron entregados al Mueso de la Máscara, donde actualmente pueden ser visitados por todos.
Esta historia confirma, concluyó Sánchez, que hay piezas tal vez no tan costosas pero sí de gran valía, que acompañan a miles de anécdotas y con incalculable valor histórico, cultural, incluso emotivo.
El acervo del Museo de la Máscara ronda las mil piezas, las cuales pueden visitarse en un horario de 10 de la mañana a tres de la tarde, aunque por la contingencia sanitaria se pide que no haya aglomeración de personas y de preferencia hacer cita para visitarlo en familia, los recorridos guiados del lugar están suspendidos.
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