“Mis hijos no me creen que estoy mal, que me siento mal”, es lo que afirma la señora Martina quien va saliendo de la convalecencia que le dejó el Covid-19. Una de las secuelas en su salud, la ha llevado a tener problemas familiares.
Nunca me había peleado con mi hija, nunca le había gritado, pero ya ocurrió porque no me creía que me duelen los pulmones que siento algo y que estoy desesperada
Martina refiere que no padece enfermedades crónico degenerativas, actualmente labora bajo el servicio de outsourcing, es delgada, alta, su piel un poco arrugada refleja su edad, pero aún conserva una amable sonrisa en el rostro que regala sin pena a quinen no le rehúye la mirada.
Ella recuerda que resultó contagiada porque su marido quien si es diabético la infectó en su casa, porque nunca quiso reconocer la existencia del Covid-19, ya que ella como muchos trabajadores fue enviada a casa para el aislamiento social que recomendaron las autoridades; sin embargo su marido no tomaba precauciones, aunque le rogaba porque se pusiera el cubrebocas y tomará medidas de sana distancia, entraba y salía del domicilio sin medidas, lo que propició que también ella terminará contagiada.
Narra que, 28 días de encierro domiciliario casi la volvieron loca, porque era la única que con todo y los malestares por contagio, atendía a su esposo quien para entonces presentaba los síntomas de coronavirus con complicaciones por la diabetes tipo 2 que ya padecía de años. Explica, o quizá justifica amorosamente como toda madre a sus hijos, que por vivir aparte ya no podían ayudarlos.
Martina, cuenta que un día su marido se cayó de la cama, al auxiliarlo sintió como sus pulmones comenzaron a dolerle, desde entonces asocia el momento de esta situación con esa sensación de dolor al llenar de aire sus pulmones.
Cuando ambos terminaron el aislamiento, ella acabó desesperada porque su familia no le creía que le dolía el pecho y sus pulmones, "sienta una sensación extraña" rememora. Se ha realizado radiografías y estas no le encontraron nada, pero ella continua sintiendo un fuerte dolor.
Una de sus hijas, a quién le cuida a sus nietos, la calificó de exagerada, esto la llevó a su limite y generó una discusión que le lastimó cómo madre, asegurando que nunca habían tenido una pelea así con su hija.
Martina es una mujer muy activa y tomó la determinación de buscar ayuda profesional a raíz de todo esto porque en sus palabras cree que el encierro la dejó un poco “loca”. No ha encontrado atención psicológica gratuita, pero está en busca de ayuda para recuperar su bienestar en tiempos de incomprensión, indiferencia, violencia domestica y pandemia.
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