Desde el 2018, Javier Fernández profesionista de 32 años, salió de su natal Valera en el estado de Trujillo en Venezuela, en busca de alcanzar el “sueño americano, a poco más de cinco años de trayecto, trabajando, ahorrando y poco a poco avanzando, dice que lo más peligroso de su ruta por siete países es la movilidad en México, y al igual que otros migrantes considera que cruzar este país es más peligroso que cruzar la selva.
En entrevista con El Sol de San Luis, el ingeniero en sistemas computacionales comentó a orillas de las vías del tren mientras lo esperaba para seguir su ruta, que en su natal Valera dejo a sus dos hijos, a su esposa y a sus padres adultos mayores, para emprender el peligroso viaje en busca de un trabajo que le permita seguir siendo el sostén de su familia como hijo único que es, ya que en su país, ya no hay las condiciones para ello.
“La situación económica, la economía del país, la delincuencia que tenemos, déficit de políticos que nos está afectando, el narcotráfico que tiene el país arropado, tantas afecciones que hacen imposible tener una vida digna, nos hacen salir a buscar las oportunidades que en Venezuela no tenemos para nuestras familias”.
Con una escala de cinco años en Ecuador para trabajar y ahorrar dinero para costearse el viaje, y enviar a su familia lo suficiente para que sobrevivan en lo que el avanza más, Javier decidió aprovechar el movimiento migratorio para ir hacia Estados Unidos, de Ecuador emprendió el viaje hace alrededor de dos meses, de ahí la ruta fue a Ecuador, Colombia, la selva, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México.
“Es lo más duro que hay, es hasta más duro que la selva, la selva el problema es físico pero nadie te ataja, aquí sí, y aparte te roban, te echan para atrás, te deportan, te vuelven a jalar, te roban la plata, los pasajes nos los venden al doble es como si nos tuvieran rabia, no nos dan una oportunidad para pasar bien, nosotros solo vamos de paso pero nos ponen demasiadas trabas entonces nos toca trabajar y soportar en función a sobrevivir”.
El joven, quien se encontraba bajo la lluvia acompañado de varios migrantes en espera del tren, dijo que cada día es una aventura diferente, reiteró que viajar por México es lo más difícil, en ocasiones es agotador, “aquí te roba la combi, caminas tres, cuatro horas, agarras otra combi y te vuelve a robar, tramos que normalmente se transitan en tres o cuatro horas, los migrantes lo hacen en cinco o hasta seis días”.
Lo más difícil para el migrante al cruzar México es el sobreprecio de los boletos, en las tienditas al detectar que son migrantes, también les cobran lo doble de los precios normales sin que haya quien les diga algo, y al trabajar para costearse sus gastos, reciben muy poco por largas y pesadas jornadas de trabajo. .