No se llama “mercado Tangamanga”: Es mercado La Merced, defienden los locatarios de ese centro de abasto que en 2015 lograron recuperar esa identidad; ahí está la placa conmemorativa develada ese año cuando cumplió su 67 aniversario. Hoy está próximo a celebrar sus 76 años.
En 1824, en los terrenos de la desaparecida iglesia y convento de La Merced se edificó su predecesor, el mercado Colón, que fue demolido para dar paso en 1948 al hoy oficialmente mercado La Merced, tal y como ya se lee en la marquesina de su fachada.
Virgen de las Mercedes
Aunque hay cierta controversia en la fecha de su inauguración, los locatarios terminaron por hacerla coincidir con el 24 de septiembre, justo con la festividad de Virgen de la Merced o Virgen de las Mercedes.
Por temor a que sufra algún daño, ya no llevan a peregrinar la imagen de la santa patrona, que aseguran es la misma que estuvo en el desaparecido templo mercedario y que actualmente se resguarda en la Basílica Menor de Guadalupe, donde ahora acuden a venerarla,
No obstante, en el inmueble se conservan y veneran diariamente varias imágenes resguardadas de la Señora de las Mercedes, quizá la más representativa es aquella que, tallada en madera y con una altura de entre 20 y 30 centímetros, en febrero de 2016 resintió algunos daños tras un flamazo, explosión y conato de incendio que ocurrió de noche cuando en el inmueble ya no había clientes; solamente dos locatarios resultaron con quemaduras leves, saldo mínimo que se atribuyó a la patrona.
Mención aparte merecen los retablos a los costados de la entrada principal, “San Lorenzo” y “La Merced”, elaborados por la artista Juana María Palomino Robles y que, si no antiguos, sí fueron objeto de una restauración reciente, por daños principalmente por humedad.
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Era un mercado bullicioso
Enrique Méndez Vázquez, que llegó de 11 años de edad como “chícharo” (aprendiz de oficio) a la peluquería ubicada en la fachada oriente del mercado –que funciona desde hace 72 años- y es actualmente el dueño de ese local, el 19-E, uno de los pocos establecimientos tradicionales de corte manual de pelo y barba que sobreviven en la ciudad, rememora cuando el mercado era un total bullicio, un ir y venir de gente.
Aunque no fue el primero en la ciudad, el mercado La Merced tuvo gran auge en sus inicios -en aquel tiempo, recuerda Méndez Vázquez, no había centros comerciales-, e inclusive a sus alrededores se instalaron varias terminales camioneriles, que llevaban y traían gente a Villa de Zaragoza o Villa de Reyes, por ejemplo, algunos con animales que eran matados y destazados en la zona donde están los lavaderos, que servía como especie de pequeño rastro; de ahí, se repartía el producto a las carnicerías y pollerías que todavía subsisten.
Productos frescos y de calidad
Son 120 locales dedicados a la venta de productos representativos de ese tipo de centros de abasto: Frutas y legumbres, alimentos preparados, artesanías, florerías, pescaderías y, por supuesto pollerías y carnicerías.
Antojitos “El Milagro”, la pescadería “Veracruz”, la panadería “Colonial”, las enchiladas potosinas “Mary”, las gorditas “Chata”, o la carnicería “La Abastecedora”, mantienen también su clientela derivado de los productos frescos y de calidad que manejan.
Algunos locatarios, como don Benjamín Ponce, cuyos abuelos tuvieron un espacio desde el antiguo mercado Colón, decidió no retomar el giro de frutas y legumbres, y optó por fundar una de las primeras cocinas económicas al interior de un mercado.
Hay otros negocios muy característicos en ese centro de abasto, como las clásicas tortas El Atorón -que inició en un estanquillo de aquellos hechos de madera-, la nevería “Alaska” de don Enrique Auces, o la tradicional peluquería de don Enrique con sus características sillas peluqueras y sus utensilios y ambiente que transporta al pasado.
Muchos locatarios ya no están
Otros locales, o su ramo, han desaparecido. Fernando Lastre García, propietario de la carnicería “El Torito” desde hace 50 años, recuerda que ha visto pasar a mucha gente locataria, algunos ya no están, o están los hijos.
Ya no existen, desde hace muchos años, los lugares donde se alquilaban revistas de historietas, por ejemplo. Se extraña el local de “El Papas”, que con su madre vendía precisamente papas y alquilaba revistas. También se echan de menos las gorditas de Conchita, que recién cerró sus puertas, o más bien, bajó su cortina, igual que la zapatería con el deceso de su propietario.
Por fortuna, siguen otros, como las coloridas piñatas que ahí mismo elabora Bertha Gámez en sus locales 77 y 78, la tortillería y la surtida tienda de abarrotes al centro del inmueble, las sabrosas gorditas “Doña Coco” justo en la entrada sur del mercado, o las muy buscadas gorditas “Doña Lupita” –dicen, inclusive, que si va uno al mercado La Merced y no prueba esas delicias típicas, es que nunca lo visitaron-; parada obligada son también las fondas en el exterior poniente, frente al jardín Colón, para degustar principalmente el menudo “levanta muertos”.
Por ahora, los locatarios confían que en breve el Ayuntamiento capitalino cumpla con el compromiso de rehabilitar el mercado La Merced y no arreglos a medias como se han hecho desde hace años.