El arte en latón se moldea en cualquiera de las esquinas del taller de don Juan Rocha Torres, de 67 años de edad, y quien desde hace 52 años elabora candelabros, candiles, tocadores, camas y hasta cunas que resplandecen como un anuncio del tiempo de aquellas mueblerías de forja de latón. Rodeado por el sonido de las máquinas pulidoras, sus discípulos y las formas clásicas que acompañan sus diseños -hoy considerados “vintage”- son parte de su historia y oficio.
El señor Juan inició su profesión en el latón siendo un adolescente de 15 años, como ayudante en un taller ubicado en la calle Melchor Ocampo del centro de la capital, en el cual desarrollaría su destreza y habilidad, para la limpieza y elaboración de mueblería en latón.
Posteriormente, a base de mucho esfuerzo, práctica y aprendizaje, el señor “Juanito” -como le conocen sus vecinos- se establecería en su actual negocio ubicado en Av. Reforma, esquina con Calle Iturbide, donde -desde hace más de cuatro décadas- emprendería el sueño de crear maravillosas piezas ornamentales y de uso cotidiano para los gustos más exigentes.
“Desde muy joven aprendí acerca del mantenimiento de camas de latón y la fabricación de diferentes tipos de mueblería del mismo material” comenta, con un conocimiento evidente: “Lo primero que se enseña es el uso adecuado de los motores que utilizamos para limpiar y pulir las piezas, después a darle forma al metal, conocer los diferentes ácidos que se emplean para sacarle brillo a los muebles y mucha paciencia para poder terminar un trabajo de calidad”.
Cada trabajo que se realiza en su taller de latonería puede llegar a tardar semanas, incluso meses, por la cantidad de detalles y ornamentos que le solicita su clientela. El señor Juan afortunadamente cuenta con la ayuda de Ignacio y David, quienes desde hace años le aligeran la carga de trabajo, pues este artesano del latón se encuentra en silla de ruedas, lo que le dificulta un poco su movilidad, más no su ímpetu y creatividad.
Para trabajar el latón no sólo se requiere de disciplina -menciona Juan- sino conocer hasta afiliación de metales para poder moldearlo y convertirlo en una pieza de arte. El latón es una mezcla de metal de cobre y zinc, por ello su costo es alto y el trabajarlo suele ser un proceso muy delicado. El porcentaje de cantidad de cobre es el que determina el nivel de dorados que pueda alcanzar el latón. Entre mayor cantidad de zinc, su color oro se profundiza. El latón -refiere este experto- se moldea en frío, mediante láminas, tiras o varillas. El material es resistente a la corrosión y al desgaste y, por supuesto, también puede fundirse para crear piezas geométricamente complejas.
La mueblería que realiza este maestro es variada, incluso una más compleja que otra y de ello depende el tiempo de elaboración; Juanito indica que: “Una cama de latón aproximadamente nos llevaría un mes de trabajo, con todos los detalles. Desafortunadamente cada pieza que elaboramos, a pesar del trabajo que conlleva realizarlas son muy mal pagadas. Por ejemplo, una cama sencilla de latón tendría un costo aproximado de 16 mil pesos y actualmente nadie se atreve a pagarlos. Si va adornado algún tipo de mueble con sus formas en “s”, éste tiene un costo mayor. Pero ya es poca la clientela que busca ese tipo de acabados”
De todos los trabajos en latón que pueden realizar actualmente en su taller, el más solicitado es la creación de candelabros y candiles, los cuales se elaboran con mucho detenimiento, pues por sus formas orgánicas como curvas y decoraciones precisas, su hechura puede tardar varias semanas.
La clientela es variada, a este taller acude desde la persona más humilde hasta la más acaudalada, pues la mueblería de latón ha marcado historia en todos los hogares mexicanos. Pese a la tradición de estos muebles y a ser un taller icónico en la capital –y el único que sigue vigente en la elaboración de este tipo de mueblería- la cantidad de trabajo ha mermado. La llegada de la pandemia hizo sus estragos y Juan ha tenido que endeudarse para seguir adelante con su negocio.
“Ha bajado la clientela, he invertido mucho para poder sobrevivir en esta temporada. La pandemia alejó a muchos compradores y también, muchos de ellos priorizaron los gastos de su hogar. Ahora es poquito el trabajo que elaboramos, pero con eso basta para subsistir por ahora. Tuve que pedir prestado para mantener el taller, tuve que invertirle para poder recuperar, espero no todo esté perdido para el próximo año”.
Juan, un experto escultor del latón, trabaja en su taller de lunes a viernes en horarios de 9 de la mañana a 6 de la tarde, su oficio se ha convertido en su vida entera y espera recuperar el trabajo que se perdió en este año.
Se dice agradecido por todos estos años de oficio, por todas las personas que ha podido conocer y por sus ahora compañeros de trabajo a quienes les enseñó el arte en latón, quienes se han convertido en sus aliados y también por qué no, en parte de su familia.
Ignacio Báez, de 52 años, y David Báez, de 30 años, se sienten orgullosos de haber aprendido el oficio de su gran maestro Juan Rocha Torres. “Trabajar en latón es todo un arte, requiere mucha dedicación, experticia y alguna que otra mañita. No cualquiera se atreve a enseñar su oficio, el señor Juan ha sido muy benévolo con su conocimiento. Nos gusta estar aquí, seguir con su legado y hacer este trabajo aprendido de él y sus manos”, finalizaron.