Don Jorge Antonio Nieto Ipiña es uno de los únicos dos mecanógrafos públicos que continúan desempeñando este antiguo oficio en la ciudad.
Y aunque en ocasiones no realiza ningún escrito porque los clientes cada vez son menos, él se propuso preservar la labor que le ha dado de comer los últimos 44 años.
En entrevista para el Sol de San Luis Don Jorge recordó que llegó a la Capital Potosina allá por el año de 1974. Su abuelo Anastacio Nieto Cifuentes y su padre Antonio Nieto Castro, en vida se dedicaron a la misma labor.
Desde los 18 años se instaló a las afueras de “La Alhóndiga”, edificio que hoy forma parte de la historia potosina.
En aquel entonces, relató, antes de que llegara a su sitio de trabajo ya lo esperaban largas filas de clientes que requerían escritos principalmente gubernamentales. Aunque también había uno que otro que acudía para que les plasmara sus cartas de amor.
Al paso de los años y producto de las múltiples tecnologías, de los 14 mecanógrafos públicos, ahora “solo sobrevivimos dos, hay algunos compañeros que se han ido retirando al paso de los años, se dedican a otra cosa pero yo amo, disfruto, es mi vida este trabajo”.
Después de 44 años de labor sus dedos están tan familiarizados con las teclas de su máquina de escribir, en la que una cuartilla la transcribe en cinco o seis minutos. Antes trabajaba desde las 8 de la mañana, hoy llega a las 10 y se retira a las 4 de la tarde.
Lo más que llega a escribir son seis o siete hojas; y en ocasiones, no llega ningún cliente.
“Anteriormente cuando yo llegué, a veces que llegaba uno a las ocho de la mañana, ya lo estaban esperando, ya de gente que venía de municipios cercanos, nos tardábamos tres horas en terminar y aún así nos esperaban, hoy hago seis y a veces ninguno, pero amo mi trabajo”.