El señor Herón Victorio Hernández , tiene 15 años elaborando máscaras de madera en el pueblo de Tandzumadz, en el muncipio de Huhuetlán, San Luis Potosí.
Un oficio que aprendió al trabajar en algunas comunidades Tének y Náhuatl de la región huasteca cuando tenía 20 años de edad, y que ahora realiza con júbilo al haberse convertido en todo un artesano.
"Verá yo comencé hace más o menos 15 años, yo trabajé en muchos ejidos y comunidades porque en esta parte de la región se batalla mucho para el trabajo y yo tenía que ayudarle a mi familia. Ahí fue que trabajé en varios talleres y aprendí la técnica", mencionó.
Así Herón fue conociendo parte de la cosmogonía de estas culturas, sus fiestas patronales y danzas, para poder llevar esa expresividad a la madera de la manera tradicional en la que lo continúan haciendo algunos pueblos originarios.
"Aprendí desde lo más básico como cortar el tronco de madera, en su mayoría junco, cedro y copalillo. Hay artesanos que prefieren tallarla recién cortada, pero la mayoría espera a que la madera se seque un poco para poder manejarla".
Este artesano comenzó como muchos otros, a observar cómo se trabajaba con la madera, se le enseñó a tratarla y hasta a hacer sus propios diseños de personajes para las fiestas patronales.
Pero no fue hasta dos años después que pudo comenzar a elaborar sus propias creaciones, y ha apoyarse de su imaginación para crear máscaras únicas y peculiares.
"Aprendí todo lo que pude, usar navajas, gubias y hasta machetes. También aprendí a elaborar las máscaras tradicionales de cada comunidad y sus danzas, pero siempre preferí hacer las mías. Yo respeto mucho cada cultura".
Respecto a la elaboración de cada máscara que puede elaborar Herón, le conlleva un tiempo aproximado de entre 15 días hasta tres meses de trabajo.
Esto por los detalles y las peticiones de los clientes, pues muchas de sus creaciones requieren de gran maestría, cuidado y talla sobre la madera.
Sus precios varían como todo, pero al ser un trabajo artesanal señala que en ocasiones es difícil hacer que las y los compradores paguen lo justo por cada pieza, así que en su mayoría las vende a través de otras personas que las comercializan fuera de la región.
"Es difícil, la gente no paga lo que de verdad cuesta, hay máscaras que pueden llegar a costar los miles de pesos, por el trabajo y el detalle , la pintura , el material. La gente no ve eso, muchas solo quieren llegar y adornar su casa olvidando el trabajo artesanal del proceso".
Herón trabaja ocho horas diarias en su taller y en ocasiones hasta más horas, dónde también se dedica a dar talleres y realizar otro tipo de trabajo en talla de madera.
Las máscaras que más le gusta realizar son los diablos por su expresividad, color y formas orgánicas; las que simulan craneos para las fiestas y celebraciones del Día de Muertos y las de encargo, que conllevan la creación de personajes.
"Es un oficio trabajoso pero muy bonito. Ojalá las personas reconozcan su valor y el trabajo que cada artesano le pone a cada pieza", apuntó.