/ domingo 3 de marzo de 2019

María Flor lleva 20 años lavando carros

Los beneficios que encontró llevaron a sus siete hermanas al mismo oficio

Un empleo donde es su propia jefa, con horario flexible, a unos metros del kínder y la primaria para sus hijos, y con un ingreso que le da lo suficiente para vivir, es lo que ha llevado a María Flor a lavar autos en los últimos 20 años.

Desde hace 20 años, María Flor ha hecho suyo el costado sur de la Alameda Central “Juan Sarabia”, la necesidad de un ingreso económico la llevó a este oficio, y es que explica que al ser madre soltera tenía que pagar para que le cuidaran a sus hijos, sin embargo los niños sufrían maltrato.

Lavar carros en la Alameda se convirtió en una buena opción para ella debido a que inscribió a sus hijos en el jardín de niños que está en un costado, y después en la primaria que está ahí mismo; este empleo le dio la facilidad de un horario flexible que le permitía ir a las juntas o festivales, ir a llevar y recoger a sus hijos, pues podían jugar en los jardines mientras ella terminaba su jornada laboral.

Asegura que le ha ido bien en este oficio, pues con él ha podido sostener a sus hijos, “la comida no falta, que es lo importante, ya poco a poco va saliendo para las deudas y así”; esta experiencia la llevó a invitar a su madre y a sus siete hermanas a compartir el oficio, este sábado tres de ellas se distribuían el trabajo, “la más chica tiene a sus hijos aquí en la primaria y el kínder, está haciendo lo mismo que yo”.

La jornada laboral de María Flor suele iniciar a las 9 de la mañana y terminar poco después de las 2 de la tarde, “es hasta que aguantemos”, sobre todo en la temporada de calor, como este sábado en que los rayos del sol quemaban desde temprano, pero incluso a estas condiciones les encontró un lado positivo, “qué zumba ni qué nada, aquí mero” dijo con una sonrisa mientras limpiaba el sudor de su frente.

Los ingresos en este empleo son variables, pues depende de la cantidad de automovilistas que accedan a que les laven el coche, aunque asegura que lo mínimo son tres carros “por muy flojo que esté, y máximo unos ocho o nueve”, además el costo varía de acuerdo al tamaño del vehículo, de 40 o 50 pesos por unidad.

Aunque en este oficio no se tienen prestaciones ni los beneficios de un empleo formal, menciona que en fin de año solía tener ingresos adicionales por la visita de paisanos y turistas, aunque este último diciembre ya no fue así, “en diciembre no vinieron los gabachos, antes venían y nos ayudaban, ahorita ya no vienen por miedo de las cosas que están pasando y estuvo medio mal… como ellos venían en tiempo de Navidad nos daban la Navidad y con eso de una manera u otra sacábamos un tipo de aguinaldo con ellos, ahorita ya no, ya se acabó”.

María Flor ha tenido que aprender a defender su trabajo, y es que menciona que en ocasiones llegan migrantes que quieren “plantarse” en el mismo lugar, “se ponen con nosotras pero nos empezamos a hacer canijillas por andar en la calle, a defendernos solas; luego hacen averías o cobran un carro y no lo lavan, no nos conviene tener ese tipo de gente aquí”.

Ahora que sus hijos ya terminaron la secundaria María Flor planea buscar empleo formal en una fábrica “porque hay más beneficios, ahorita que ya mis hijos están grandes ya tengo más oportunidad”, así que quedarán a un lado la cubeta, el jabón y las esponjas que por años la han acompañado.

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Un empleo donde es su propia jefa, con horario flexible, a unos metros del kínder y la primaria para sus hijos, y con un ingreso que le da lo suficiente para vivir, es lo que ha llevado a María Flor a lavar autos en los últimos 20 años.

Desde hace 20 años, María Flor ha hecho suyo el costado sur de la Alameda Central “Juan Sarabia”, la necesidad de un ingreso económico la llevó a este oficio, y es que explica que al ser madre soltera tenía que pagar para que le cuidaran a sus hijos, sin embargo los niños sufrían maltrato.

Lavar carros en la Alameda se convirtió en una buena opción para ella debido a que inscribió a sus hijos en el jardín de niños que está en un costado, y después en la primaria que está ahí mismo; este empleo le dio la facilidad de un horario flexible que le permitía ir a las juntas o festivales, ir a llevar y recoger a sus hijos, pues podían jugar en los jardines mientras ella terminaba su jornada laboral.

Asegura que le ha ido bien en este oficio, pues con él ha podido sostener a sus hijos, “la comida no falta, que es lo importante, ya poco a poco va saliendo para las deudas y así”; esta experiencia la llevó a invitar a su madre y a sus siete hermanas a compartir el oficio, este sábado tres de ellas se distribuían el trabajo, “la más chica tiene a sus hijos aquí en la primaria y el kínder, está haciendo lo mismo que yo”.

La jornada laboral de María Flor suele iniciar a las 9 de la mañana y terminar poco después de las 2 de la tarde, “es hasta que aguantemos”, sobre todo en la temporada de calor, como este sábado en que los rayos del sol quemaban desde temprano, pero incluso a estas condiciones les encontró un lado positivo, “qué zumba ni qué nada, aquí mero” dijo con una sonrisa mientras limpiaba el sudor de su frente.

Los ingresos en este empleo son variables, pues depende de la cantidad de automovilistas que accedan a que les laven el coche, aunque asegura que lo mínimo son tres carros “por muy flojo que esté, y máximo unos ocho o nueve”, además el costo varía de acuerdo al tamaño del vehículo, de 40 o 50 pesos por unidad.

Aunque en este oficio no se tienen prestaciones ni los beneficios de un empleo formal, menciona que en fin de año solía tener ingresos adicionales por la visita de paisanos y turistas, aunque este último diciembre ya no fue así, “en diciembre no vinieron los gabachos, antes venían y nos ayudaban, ahorita ya no vienen por miedo de las cosas que están pasando y estuvo medio mal… como ellos venían en tiempo de Navidad nos daban la Navidad y con eso de una manera u otra sacábamos un tipo de aguinaldo con ellos, ahorita ya no, ya se acabó”.

María Flor ha tenido que aprender a defender su trabajo, y es que menciona que en ocasiones llegan migrantes que quieren “plantarse” en el mismo lugar, “se ponen con nosotras pero nos empezamos a hacer canijillas por andar en la calle, a defendernos solas; luego hacen averías o cobran un carro y no lo lavan, no nos conviene tener ese tipo de gente aquí”.

Ahora que sus hijos ya terminaron la secundaria María Flor planea buscar empleo formal en una fábrica “porque hay más beneficios, ahorita que ya mis hijos están grandes ya tengo más oportunidad”, así que quedarán a un lado la cubeta, el jabón y las esponjas que por años la han acompañado.

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