Es una falacia que viajando en caravana los migrantes lo hacen de manera gratuita y segura, porque deben “hacer” lo que los organizadores quieran, a los hombres les cobran por utilizar el transporte o los apoyos que el gobierno de México les da a su paso, y si no obedecen “nos echan la policía”.
Lo anterior, aunado a que la caravana es una mezcla de personas, entre gente normal e integrantes de pandillas, principalmente Maras, lo que realmente no hace tan seguro el viaje como pareciera porque además al salir se les promete que el viaje será en autobuses y finalmente es mucho lo que deben caminar.
Así o relata Juan N. quien a sus escasos 20 años de edad por segunda ocasión sale de su pueblo natal en Honduras en busca de mejores oportunidades, pero más por su seguridad, por un lado estaba al acecho de los Maras, y por otro de la Policía por temor a que lo confundieran.
En Honduras la policía llega y agarra a todos parejo pensando que son Maras y no todos lo somos, allá niños desde 12 y 13 años ya andan con sus armas, sacando a la gente, tatuados, y haciendo cosas malas.
Juan decidió junto con cuatro compañeros, quedarse en San Luis Potosí, ya no anhela el sueño americano, para el conseguir un trabajo y enviar dinero a su familia es ganancia después de la larga travesía que por segunda ocasión padece.
“Tengo un hermano en Estados Unidos, la vez pasada me ayudo pero solo llegue a Saltillo, ahora no pienso seguir, me quedare a trabajar en una empresa donde ya conseguí, solo espero a que me manden los papeles porque en el camino perdí los que traía”.
Juan se separo de la caravana en Tierra Nueva, para segur solo su camino, cuenta que las caravanas son organizadas tanto en Honduras como en Guatemala por grupos de personas que primero junta n gente y “mandan un grupo y luego otro y así, como si se dedicaran a eso”, pero con gente revuelta, “gente de toda incluso Maras”.