/ domingo 7 de junio de 2020

Luego de 2 meses reabrió su estética y... ¡Qué milagro!

Ansiosa la clientela por lucir nueva personalidad, les explica las medidas sanitarias

Mariana Borjas es esposa, madre de familia y joven emprendedora. Después de casi dos largos meses de aislamiento, como un gorrión que retorna a su nido, regresa a sus actividades laborales. ¡Por fin! -dice aliviada-, reabrirá su barbería y estética, proyecto personal que tuvo que dejar en pausa por la apremiante crisis sanitaria.

En el albor del día, alista el material escolar de sus dos pequeñas hijas, y así dar continuidad a los estudios en casa, para posteriormente seguir una rutina ardua de limpieza. Ninguna de sus actividades diarias como madre de familia han cambiado, sólo parece que ha aumentado la carga de trabajo.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis 

Se le ve feliz y entusiasmada. Mira el reloj para medir la hora exacta en la que verá a su marido llegar a casa. En cuanto esto sucede, le dice adiós sus hijas, toma su gorra, sus guantes , cubrebocas y se dirige hacia la puerta.

Un beso enmarca la escena. Sus niñas se entretejen en sus piernas y un marido orgulloso se despide de ella. Mariana agarra su bolso y monta su bicicleta. Se cuida de los coches y hasta de los transeúntes, siempre alerta.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis 

Llega en punto de las cuatro de la tarde a su negocio y, ya hay clientela que la espera. Así, recargados en el frente de su barbería, jóvenes y señoras que van de la mano de sus hijos, se muestran ansiosos por un buen corte de cabello. ¡Qué milagro! le dicen algunos, otros, deseosos de afinar su rostro, no paran de ver la pantalla de su celular para escoger concienzudamente qué tipo de esculpido pedirán para asicalar su crecida barba.

Mariana abre la cortina y se toma unos minutos para respirar y descansar, pero sobre todo para agradecer, para dar inicio a una rutina de limpieza y desinfección.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis 

En la entrada anuncia el comienzo de sus citas. Tengo que espaciar a la clientela, expresa con seriedad. Una o dos personas por hora, indica. Los clientes agendan un lugar, para volver más tarde, ella insiste, “al entrar a la Barbería es necesario hacer uso del gel antibacterial”.

“El miedo no es bueno”, susurraba mientras perfilaba un corte de cabello. Ella sonríe, se le nota en las marcadas líneas que se dibujan en su inocente mirada, pliegues que sobresalen a la altura del tapabocas que cubre casi todo su joven rostro.

Cinco cortes y perfilaciones de barba, fue lo solicitado en su primer día laboral dentro de esta Nueva Normalidad. La clientela no se inmutó por las reiteradas ocasiones en las que Mariana aseaba los espacios de su local, entre cada corte, atenta y metódica trataba de dejar nuevamente todo impecable.

En punto de las ocho de la noche, se retiró el último cliente. A Mariana se le nota satisfecha y motivada. Se sienta en una silla de corte y con el cuerpo relajado refiere “Fue un sufrir el hecho de cerrar mi negocio”, y abunda,” pero lo único que podemos hacer como en todo, es tomar lo bueno y mantenerlo. Ahora comprendo que, no hay que esperar a que pasemos por otra pandemia para tomar nuestras precauciones”.

Al ver la hora, se incorpora rápidamente con una vitalidad impresionante. Realiza la limpieza de su negocio y herramientas de trabajo. Cierra pasadas las ocho de la noche, corre la cortina, pone los candados y sube a su bicicleta para volver a casa con su familia.

El viaje no dura más de 20 minutos. Al llegar a su domicilio, en la cochera de su hogar se retira algunas de sus prendas, incluyendo zapatos, guantes y cubrebocas.

Sus hijas ansían su presencia, pero los arrumacos y cariños tendrán que esperar. Mariana sabe a conciencia que aunque tome las debidas precauciones, cualquier superficie puede ser idónea para transmitir el virus Covid-19.

Entra directo a la ducha, se baña y cambia la ropa. Su marido e hijas la abrazan, y entre risas y preguntas, Mariana cuenta cómo fue la odisea de volver a trabajar después de tantas semanas de estar dentro de casa. Me fue bien, dice humilde y contenta mientras comparte la cena con su familia.

Mariana Borjas es esposa, madre de familia y joven emprendedora. Después de casi dos largos meses de aislamiento, como un gorrión que retorna a su nido, regresa a sus actividades laborales. ¡Por fin! -dice aliviada-, reabrirá su barbería y estética, proyecto personal que tuvo que dejar en pausa por la apremiante crisis sanitaria.

En el albor del día, alista el material escolar de sus dos pequeñas hijas, y así dar continuidad a los estudios en casa, para posteriormente seguir una rutina ardua de limpieza. Ninguna de sus actividades diarias como madre de familia han cambiado, sólo parece que ha aumentado la carga de trabajo.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis 

Se le ve feliz y entusiasmada. Mira el reloj para medir la hora exacta en la que verá a su marido llegar a casa. En cuanto esto sucede, le dice adiós sus hijas, toma su gorra, sus guantes , cubrebocas y se dirige hacia la puerta.

Un beso enmarca la escena. Sus niñas se entretejen en sus piernas y un marido orgulloso se despide de ella. Mariana agarra su bolso y monta su bicicleta. Se cuida de los coches y hasta de los transeúntes, siempre alerta.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis 

Llega en punto de las cuatro de la tarde a su negocio y, ya hay clientela que la espera. Así, recargados en el frente de su barbería, jóvenes y señoras que van de la mano de sus hijos, se muestran ansiosos por un buen corte de cabello. ¡Qué milagro! le dicen algunos, otros, deseosos de afinar su rostro, no paran de ver la pantalla de su celular para escoger concienzudamente qué tipo de esculpido pedirán para asicalar su crecida barba.

Mariana abre la cortina y se toma unos minutos para respirar y descansar, pero sobre todo para agradecer, para dar inicio a una rutina de limpieza y desinfección.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis 

En la entrada anuncia el comienzo de sus citas. Tengo que espaciar a la clientela, expresa con seriedad. Una o dos personas por hora, indica. Los clientes agendan un lugar, para volver más tarde, ella insiste, “al entrar a la Barbería es necesario hacer uso del gel antibacterial”.

“El miedo no es bueno”, susurraba mientras perfilaba un corte de cabello. Ella sonríe, se le nota en las marcadas líneas que se dibujan en su inocente mirada, pliegues que sobresalen a la altura del tapabocas que cubre casi todo su joven rostro.

Cinco cortes y perfilaciones de barba, fue lo solicitado en su primer día laboral dentro de esta Nueva Normalidad. La clientela no se inmutó por las reiteradas ocasiones en las que Mariana aseaba los espacios de su local, entre cada corte, atenta y metódica trataba de dejar nuevamente todo impecable.

En punto de las ocho de la noche, se retiró el último cliente. A Mariana se le nota satisfecha y motivada. Se sienta en una silla de corte y con el cuerpo relajado refiere “Fue un sufrir el hecho de cerrar mi negocio”, y abunda,” pero lo único que podemos hacer como en todo, es tomar lo bueno y mantenerlo. Ahora comprendo que, no hay que esperar a que pasemos por otra pandemia para tomar nuestras precauciones”.

Al ver la hora, se incorpora rápidamente con una vitalidad impresionante. Realiza la limpieza de su negocio y herramientas de trabajo. Cierra pasadas las ocho de la noche, corre la cortina, pone los candados y sube a su bicicleta para volver a casa con su familia.

El viaje no dura más de 20 minutos. Al llegar a su domicilio, en la cochera de su hogar se retira algunas de sus prendas, incluyendo zapatos, guantes y cubrebocas.

Sus hijas ansían su presencia, pero los arrumacos y cariños tendrán que esperar. Mariana sabe a conciencia que aunque tome las debidas precauciones, cualquier superficie puede ser idónea para transmitir el virus Covid-19.

Entra directo a la ducha, se baña y cambia la ropa. Su marido e hijas la abrazan, y entre risas y preguntas, Mariana cuenta cómo fue la odisea de volver a trabajar después de tantas semanas de estar dentro de casa. Me fue bien, dice humilde y contenta mientras comparte la cena con su familia.

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