De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, OMS, alrededor del 50 por ciento de los casos de deterioro de la visión cercana o distante pueden evitarse si las personas y las familias adoptan estilos de vida saludable basados en una alimentación equilibrada reducida en azúcares, grasas y alimentos procesados; la práctica diaria de ejercicio y gestión adecuada de las emociones.
El ISSSTE llama a tener el hábito de acudir a revisiones oftalmológicas periódicas y la responsabilidad en el autocuidado de la salud integral, pueden evitar hasta en 50 por ciento los casos de deterioro.
En el marco del Día Mundial de la Visión, se destacan diversos padecimientos visuales que se pueden prevenir o tratar oportunamente para reducir su impacto en la población, están los errores de refracción como miopía, hipermetropía y astigmatismo, los cuales si se detectan desde los primeros años de vida y se brinda tratamiento, es posible evitar que interrumpan el desarrollo de la visión, el cual se concluye hasta los seis años.
En el caso de los neonatos, la aplicación del tamiz oftalmológico neonatal puede detectar la retinopatía del bebé prematuro y recibir la intervención profesional adecuada para evitar ceguera.
En cuanto a la población adulta, los principales factores de riesgo para la salud visual son la retinopatía diabética como una complicación derivada de la diabetes; las cataratas y presbicia –incapacidad para enfocar de cerca-, que constituyen un problema asociado a la edad avanzada.
Las personas con diagnóstico de diabetes deben acudir cada seis meses a una revisión oftalmológica; no obstante, el estricto control de esta enfermedad es determinante para retrasar la presencia de estas patologías e incluso lograr que no se presenten.
El control de la diabetes y las enfermedades crónicas no transmisibles no sólo implica apegarse con disciplina a sus tratamientos farmacológicos, sino especialmente el mantener hábitos y estilos de vida saludable.
Otro gran riesgo de la capacidad de la vista en los adultos, es el glaucoma, primera causa de ceguera irreversible, cuya detección en fases tempranas permite tratarla y desacelerar su evolución, para evitar en lo posible la pérdida total del campo visual.