El sector femenino que se dedica a la limpieza urbana, realiza un empeño sobrehumano al desarrollar su labor. Desdibujadas en su mayoría por la sociedad, estas mujeres suelen pasar horas de trabajo bajo el extenuante sol y las inclemencias del tiempo. Aunado a ello enfrentan en ocasiones el maltrato y desdén de transeúntes, y además hoy día sortean las vicisitudes que conlleva la crisis pandémica por el Covid-19.
Son muchas las memorias que hay detrás de aquellas calles, avenidas y plazas limpias; pero sobre todo una gran cantidad de historias que rodean el trabajo de madres de familia, hijas y hermanas que con unas ansias de salir adelante, llevan a cuestas una escoba, un recogedor y un “carrito barrendero” que las impulsa a sobrevivir -en su mayoría- a una situación de vida económica compleja.
Norma Yolanda Rodríguez Lara, esposa y madre de una pequeña de tres años de edad, es una de ellas. Gentil y propositiva, seis días de la semana dedica un total de 48 horas a limpiar diversas áreas urbanas de la Capital Potosina.
Entre el polvo, desechos y algunos cubrebocas usados, esta joven de 21 años de edad se esfuerza para hacer de su oficio un impulso que la lleve a lograr sus objetivos de vida, sin embargo subraya, que a pesar de entregarse plenamente a su trabajo, no es nada fácil levantarse y salir a las calles a limpiar lo que otras personas tiran.
“Este trabajo requiere mucho esfuerzo. No es fácil realizarlo. Una se enfrenta a gran cantidad de situaciones complejas y los rayos del sol son lo de menos. Ayudar a mi familia es lo que me sostiene, tengo metas fijas y sé que salir adelante requiere esfuerzo. En ocasiones nos subestiman por limpiar o barrer las calles, pero soy una mujer fuerte y puedo sobrellevarlo”, señaló con orgullo.
Al día Norma suele recoger una cantidad de entre 4 a 6 cubos gigantes de basura. Recorre de 30 a 50 kilómetros diarios de caminata, en los cuales sólo se detiene cuando es necesario recoger los montículos de desechos que junta por cada espacio que limpia.
Mientras Norma toma la escoba, remarca ilusionada los objetivos que tiene en su vida, así como los anhelos y sueños que espera se hagan realidad, pero sobre todo tiene el conocimiento de que nada es fácil en su vida y que por ello tiene que poner el doble de empeño. “Este oficio me ayuda mucho con los gastos del hogar y me permite brindarle tiempo de calidad a mi hija. Es cansado, pero el esfuerzo vale la pena, sé que en unos años podré cumplir mi sueño de realizar una carrera en medicina y brindarle a mi hija una vida de calidad”.
Un “guarachito” ha sido su compañero y testigo de trabajo, colgado desde el manubrio de su carrito de basura, este objeto parece recordarle a esta jovencita entusiasta que alguien la espera en casa. “Trato de ver mi oficio con optimismo, pero fue la necesidad la que me puso en este lugar. Me quedo con lo bueno, sobre todo ser un ejemplo para mi hija, que sepa que de cualquier forma se puede salir adelante dignamente”.
En experiencias, lo más complicado para Norma es ser testiga de la irresponsabilidad ciudadana ante el cuidado del ambiente, “Donde hay más basura es donde se encuentran los contenedores de desechos. A veces me parece imposible que las personas no puedan dar unos cuantos pasos para tirar su basura en donde corresponde. Además el ver los cientos de cubrebocas que desecha la gente, sin pensar en los trabajadores de limpieza, es un riesgo latente. Aunque tratamos de no tocar ningún tipo de residuo, nos preocupa tener contacto con este tipo de basura. Ante el Covid-19, por supuesto una se siente más vulnerable”.
Por otra parte, menciona que su oficio en ocasiones le brinda destellos de alegría y una que otra experiencia agradable, “Es bonito que en cualquier momento te agradezcan por el trabajo que realizas. No todo es malo, también hay gente buena que reconoce nuestra labor, aunque muy poca pero sí la hay. También hay días en los que se pueden encontrar pequeños tesoros en nuestro andar, como electrodomésticos, bisutería y hasta dinero; objetos que se pueden usar para conseguir otra entrada de monetaria”.
Norma sabe que ser mujer y desempeñar su trabajo, siempre le requerirá reforzar su cuidado y abrazar el ahínco que lleva por dentro, “La vida no es fácil y menos para nosotras las mujeres. Limpiar las calles es un trabajo que pocas se atreven a realizar, se necesita valentía, coraje y unas ganas tremendas de sobresalir. Yo solo quiero que mi hija sepa que su madre hizo hasta lo imposible por darle lo mejor, que puede ser una mujer independiente y que aunque haya obstáculos siempre habrá una forma de esquivarlos. Que se sepa autosuficiente. No quisiera que llegara un día a tener que desarrollar este oficio, que se mire en mi y sea mil veces mejor que yo”.
Al final Norma toma el contenedor de basura, para arrastrarlo a su siguiente parada. Sus mejillas asoman el rastro de los rayos del sol sobre su rostro. En su mirada existe una inocencia que la alienta y cavila mientras junta su primer montículo de basura, “Es compleja la vida de las mujeres que nos dedicamos al aseo o a la limpieza, no lo romantizo, es una labor dura. Pero estoy agradecida de tener trabajo en medio de una pandemia, porque mi familia me necesita”.
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