En el siglo XVIII, en el Barrio de San Miguelito, existió una mujer llamada Mariana, de aproximadamente 40 años, tenía el cabello rizado y muy oscuro, y unos ojos cautivadores, que al verlos, sentías como si estuvieras a punto de caer a un abismo.
Por alguna extraña razón que todavía no sabían los habitantes del barrio hasta el momento, Mariana fue expulsada de San Sebastián, Tlaxcala y Tequisquiapan, por lo que decidió irse a vivir a San Miguelito, precisamente en lo que hoy se conoce como la calle Miguel Barragán, que antes, sólo era una línea de terracería con unas cuantas casas, rodeadas de matorrales y hierva.
Al pasar el tiempo, las acciones de Mariana comenzaron a inquietar algunos habitantes y al ser mal vistas, pues se decía que la mujer era bruja y preparaba brebajes curativos, pero en otros casos sólo les causaba un agudo de dolor a la gente, y de sanadores, no tenían nada.
Los rumores llegaron a oídos del gobernador del Barrio, el señor Juan Macario, quien además también servía a la Iglesia en ese tiempo.
Al enterarse de la situación, el gobernador tomó cartas en el asunto, y en compañía de dos de sus ayudantes, llegaron a la casa de Mariana, y al entrar, quedaron estupefactos, pues en varias partes de su casa, había vestigios de brujería; encontraron muñecos de trapo atravesados con espinas, plumas amarradas de forma muy extraña, y unos raros polvos.
Tras el hallazgo, Macario decidió llevarse a Mariana a una cárcel para mujeres improvisada, para después acusarla de brujería, y dónde la mujer sabía, que por esta acusación, podría ser castigada con la muerte, o al menos vivir encadenada toda su vida.
Una vez en la cárcel, Mariana pidió hablar con Macario, con el pretexto que tenía temas de qué hablar con el gobernador, que le competían, muy dudoso, el hombre acudió al llamado de la presunta bruja, y acudió a la prisión dónde estaba. Nadie sabe de qué hablaron, pero en cuestión de unos minutos, Mariana logró que el gobernador la liberará en ese momento.
Después de esa charla, la actitud y personalidad de Macario había cambiado por completo, como si hubieran cambiado al hombre por otro, inclusive, al poco tiempo, el hombre abandonó a su familia, tomó el dinero recaudado del pueblo, dejó también su puesto como gobernador y se fue a vivir a la casa de Mariana.
El pueblo estaba estupefacto de lo que había sucedido, definitivamente no lo podían creer, los habitantes se reunieron en la iglesia, para idear un plan, y después ir a reclamar a la casa de Mariana el dinero robado por el gobernador.
Fue así que llegaron a la vivienda, y con toda su furia, comenzaron a lanzar piedras y palos a la casa de la acusada, después, entre todos decidieron derribar la puerta, y cuando estaban a punto de lograr su cometido, la entrada se abrió, y de la casa salió un enorme caballo negro, con ojos color fuego, galopando estruendosamente.
Atónitos, los pobladores quedaron congelados del miedo, y algunos sufrieron golpeados y gravemente heridos por el caballo, los que sí fueron afortunados, lograron moverse del camino de la bestia.
Una vez que aquella entidad del infierno escapó, los vecinos se acercaron a la casa de Mariana, y dentro, encontraron al gobernador lleno de golpes y sangre, al grado de pasar a mejor vida, ellos mismos sabían que ya nada se podía hacer, por lo que accedieron a rezar por él, para que al menos su alma fuera perdonada. Desde entonces, no se volvió a saber nada de la Bruja Mariana.
En la actualidad, hay potosinos que aseguran que ha ciertas horas de la madrugada en el Barrio de San Miguelito, se escucha el galopar de un caballo y una fuerte respiración.