Un 4 de octubre pero de 1972, miles de peregrinos de diferentes lugares del país se encontraban en la Estación Catorce de San Luis Potosí, pues previamente habían acudido a las fiestas patronales de Real de Catorce.
Hambrientos, cansados y desvelados, lo único que querían hacer, era regresar a sus hogares, algunos eran pertenecientes de Coahuila, Monterrey y Tamaulipas y esperaban un tren que los llevaría a Saltillo, de ahí, tomarían un autobús y otros medios de transporte que los llevaría a sus destinos.
Cerca de las 22:00 horas, llegó la bestia de acero que los regresaría a sus hogares, o al menos eso creían; la feligreses eran bastantes, y a pesar de que el tren que llegó contaba con 22 vagones, no se dio abasto suficiente para poder subir a toda la gente, algunas personas iban inclusive de pie.
Estando dentro de uno de los vagones, un hombre llamado Rogelio y su esposa Martita ya esperaban a que la maquina empezara su viaje, sólo estaban aguardando el momento para que los encargados empezarán la marcha, cuando de repente, entre los pasajeros vieron a un anciano de unos 80 años, el hombre llevaba un sobrero de palma, y unas ropas muy humildes.
El viejo se acercaba con cada uno de los pasajeros y a los lejos, Rogelio y Martita veían que hablaba con la gente, pero por la distancia y los otros ruidos, no alcanzaban a escuchar que era lo que les decía.
El anciano se dirigió directamente con la pareja y de forma desesperada, les suplicó que bajaran de la máquina, pues con estas mismas palabras el viejo dijo: “Soy un enviado de Dios, y me ha dado la encomienda de avisarles que este tren no va a llegar a Saltillo; todos vamos a morir; el infierno ya viene y algo muy malo nos espera”.
Ante estas palabras los pasajeros lo llamaron loco, otros los ignoraron, y la mayoría no le tomó importancia a las palabras del anciano, pues estaban muy cansados, y lo único que querían era llegar a sus respectivos destinos, sin embargo, para Martita, las palabras del viejo causaron escalofríos por todo su cuerpo, y con una preocupación excesiva, le pidió a Rogelio que bajaran del tren, esta petición provocó una breve discusión entre la pareja, pero con poco tiempo para abajar y la presión de su esposa, el matrimonio bajó de la máquina, pero no solo ellos, otros pasajeros también decidieron bajar.
El tren se puso en marcha, y conforme avanzaba se perdía en la noche; algunas de las personas que no pudieron abordarlo y las que se bajaron, decidieron hacer una escala en la capital de San Luis en otro tren y de ahí partir ahora si a sus destinos.
Pasando las 23:00 horas, un tren carguero hizo una parada de descanso en Estación Catorce, y Rogelio hablaba con el maquinista para ver si lo podía llevar a él y a otras personas a la capital de “raite”, cuando de repente, sintieron un extraño retumbar en las vías.
Al día siguiente, aquellos feligreses que decidieron descansar en la capital no podían creer lo que veían en las noticias, pues resulta que el tren peregrino en el que pretendían viajar de inicio, sufrió uno de los accidentes más horribles en México, pues la bestia mecánica de más de mil toneladas se había descarrilado a la altura del poblado Puente Moreno.
Según el reporte de las autoridades de la época, el tren viajaba rumbo a Saltillo a más de 120 km/h, en sus vagones, transportaba a más de 1,564 pasajeros y estaba a punto de cruzar una curva y pendiente algo peligrosa, donde el maquinista ya tenía previsto reducir la velocidad, pero para la desgracia de todo, los frenos fallaron, y al intentar atravesar el arriesgado tramo, el tren se descarriló de las vías a la altura del poblado Puente Moreno a las 23:25 horas.
El infierno había llegado para aquellos que no se bajaron del tren, pues ese día en la tragedia murieron cientos aplastados entre toneladas de acero, por la alta velocidad, los vagones colapsaron uno tras otro y destruyeron los huesos y órganos de los pasajeros en unos instantes, y es de decir, que tuvieron una muerte rápida, porque otros a los que la muerte no les llegó en ese momento, sufrieron y se retorcieron de dolor en el lugar, pues estaban recubiertos de quemaduras, golpes, y tenían los huesos rotos, estos se retorcían aun de dolor.
Ese día, se reportaron más de 234 muertes, sin embargo, se especula que fueron más y que las autoridades de ese entonces intentaron disfrazar las cifras. En el lugar había muertos, sangre brazos y piernas amputadas, los cuerpos de rescate y las ambulancias no se daban abasto para poder atender a todas las personas y trasladar a los cuerpos; las víctimas fueron llevadas a diferentes hospitales de Saltillo
Según el testimonio de una enfermera que vivió el horror en carne propia ese día, los cuerpos no paraban de llegar a los nosocomios de Saltillo ese día, la mujer tuvo que brindar servicio por más de 12 horas, y relata que en cierto punto el personal del hospital tuvo que atender heridas y operaciones menores SIN ANESTESIA.
A partir del 2004 algunos investigadores y aficionados han ido al lugar donde ocurrió el accidente, antes del 4 de octubre y durante ese día, se han grabado psicofonías alrededor del área, voces, lamentos y apariciones se han registrado a lo largo de estos años, la actividad se intensifica a partir de la hora del descarrilamiento.21
Al llegar la noche se escuchan lamentos y se ven fantasmas; hay quienes platican que en el lugar de la tragedia llegó San Francisco de Asís, ya que vieron a una persona con la misma vestimenta y características físicas a las del santo. El sitio ha sido punto de investigaciones paranormales, ya que hay quienes aseguran que las almas de los fallecidos en ese accidente se encuentran en pena.