Al contrario de lo que sucedió en años pasados por la llegada de la pandemia, este 12 de diciembre centenares de personas llegaron hoy al Santuario Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, para dar gracias a esta advocación mariana.
A primera hora de la mañana se vieron llegar a las y los feligreses a este recinto católico, con el cuerpo visiblemente cansado y sus rodillas laceradas.
Las y los peregrinos durante su trayecto sobre la Calzada de Guadalupe, entonaron cantos de amor y esperanza, porque así viven su fe y devoción por su Madre Santa.
Muchos de ellos conmovidos al recordar los favores otorgados este año, otros con el rostro desencajado, ansiosos de pedirle su intervención y que les haga un milagro.
Más tarde, cuando el sol ya se asomaba sobre la cantera, los pequeños pasos de niños con mantos de la virgen de Guadalupe así como Juan Diego en el primer encuentro con su Madre, marcaron el camino de la devoción.
Como una promesa, como una clara expresión de religiosidad de aquellas familias que inculcan a sus hijos este compromiso espiritual.
Flores, veladoras e imágenes fueron puestas a los pies de la Guadalupana, por grandes familias, cómo los son los Castro Ruiz quienes acudieron a dar gracias a la Virgen de Guadalupe por la vida de su hijo quien en el año 2021 sufrió un accidente automovilístico en el municipio de Soledad de Graciano Sánchez.
"Su carro quedó prensado en la curva de Avenida La Libertad, perdió el control y fue cuando todo paso. Afortunadamente sobrevivió a pesar de haber quedado prensado entre el tablero y la puerta ", comentaron.
Así como esta historia, decenas de ellas se compartieron durante esta peregrinación, narrativas de supervivencia y fé de quienes en algún momento en su vida creyeron tener todo perdido.
Color y fervor en un solo sitio, de una genuina doctrina católica, personas de todos lugares, sin distinción alguna compartieron un momento intimista de una fecha que para la mayoría de los mexicanos es parte de su folklor y cultura.
Las mandas, dicen, son promesas que se llevan puestas todos los días, que avivan la fe, como un trueque o intercambio que transforma un pesar, en dicha que convierte su vida.
Hoy una vez más estos testimonios son el ejemplo de una festividad religiosa que ha sembrado por años, parte de la identidad del mexicano guadalupano, quienes hoy comparten cada año fueron a demostrarle su amor a su segunda madre.