El bar Club Conde -"El Conde", para quienes eran sus clientes habituales- tendrá que ser borrado el próximo año de la tradicional ruta de los siete bares en Semana Santa. Ya no estarán sus puertas abiertas para recibir a la andanada de sedientos en busca de una bebida espirituosa o una fría cerveza. Ya no.
Ya no habrá tampoco esos quemantes “amargos” para curar la resaca, ni los parroquianos de buen corazón que solían echar la mano a algún “catarrín” que, sin un peso en los bolsillos, se asomaba con la esperanza de encontrar un “padrino” que lo ayudara a amainar esos desagradables malestares por excederse en el consumo de alcohol.
Con el cierre del bar “El Conde” se van también las entretenidas pláticas –y a veces fuertes discusiones- sobre su desgastada barra de 80 años de antigüedad; dicen que en los cafés los comensales van a arreglar el mundo; ahí, en esa cantina, se desarreglaba, definitivamente.
Y queda, también un recuerdo de su original propietario, Francisco “El Conde” Ramírez Zavala, considerado uno de los mejores lanzadores que ha producido el béisbol mexicano, nunca laureado por su natal San Luis Potosí.
▶️ Únete a nuestro canal de WhatsApp y recibe la información más relevante al momento
El “Gran Pancho” o “Rey Pancho”, como solía nombrarlo el famoso cronista beisbolero “Mago Septiem” en sus crónicas, es recordado también como el poseedor de ‘La Mano Embrujada’ que lanzaba aquellas rectas que terminaban en curva. Inauguró el bar cuando se retiró.
El Club Conde ubicado en la calle Sevilla y Olmedo justo detrás del mercado de La Merced, nació en el corredor de bares y cantinas que creció entre los barrios de San Sebastián y San Miguelito; se hizo viejo junto con su clientela; algunos de sus parroquianos ya no están, se le adelantaron.
Su propietario, fallecido en 2015, sin saberlo lo convirtió en lo que hoy se conoce como cantina temática: su contrabarra la convirtió en un escaparate de sus triunfos en el béisbol mexicano, con fotografías -la mayoría en blanco y negro-, recortes de periódicos y trofeos y reconocimientos.
El lugar era literalmente un museo; se conserva todavía, ya inservible, una rockola de discos de 45 revoluciones, con canciones de Vicente Fernández o de Javier Solís que hace tiempo dejaron de escucharse.
Su actual propietario, Javier Ramírez, lamenta la decisión que se tomó en familia de cerrar el bar. Aunque renuente, lo atribuye a la poca clientela que, de un tiempo a la fecha, disminuyó drásticamente.
Se acabó su época de esplendor, cuando el lugar era un ir y venir de clientes, algunos de ellos que literalmente eran parte del inventario, que siempre, a cualquier hora del día, ahí estaban, siempre en su mismo lugar.
Algunos no se han quedado en el olvido, como el famoso “Clay” Gallardo, que entraba y salía de “El Conde” que solía compartir las carnitas que por ahí cerca elaboraba, pero que generalmente terminaba por presumir sus dotes de boxeador pesado, y no pocas veces, terminaba a golpes con algún cliente.
Javier Ramírez, Pedro “El Costilla” Aguilar y “El Brujo” han mantenido en pie el bar que este domingo 21 de julio de 2024, en definitiva, cerrará sus puerta. Por ahí pasaron muchos cantineros -uno de ellos el famoso “Matosas”- , algunos de los cuales aprendieron tan bien el oficio que terminaron contratados en otras cantinas o, inclusive, intentaron poner la suya.
Como toda cantina de antaño, recuerdan algunos viejos clientes, ahí estaba prohibida la entrada a mujeres. Cuando llegó la moda de los “ladies-bar” el lugar fue reticente a la llegada de las damas, y su oloroso sanitario nunca se acondicionó para ellas.
No obstante, terminó por acondicionar el sanitario de un departamento en la planta alta -el conocido como “penthouse”- para ellas. Y las historias en ese “penthouse” es tema aparte, muy socorrido para reuniones privadas.
De sus botanas no hay quien diga que no eran buenas; sin embargo, el servicio se acabó cuando comenzó su decadencia, lo que favoreció al carrito de mariscos instalado en su exterior –donde preparan uno de los mejores ceviches, sin duda- y a las famosas tortas de “El Atorón” del mercado de la Merced, llevadas hasta la mesa del bar.
Esta vez, en el Club Conde retumbará con fuerza pero también con un nudo en la garganta, esa frase tan socorrida en lugares como ese: “Ahora sí, sírvanme la última que ya nos vamos…”.
Lee más de El Sol de San Luis