/ jueves 27 de julio de 2023

La derecha de la derecha

Ahora, el capital ya no está ni tan joven ni tan vigoroso

“En un taller de laminación en que la jornada nominal de trabajo comenzaba a las seis de la mañana y terminaba a las cinco y media de la tarde, había un muchacho que trabajaba cuatro noches cada semana hasta las ocho y media, por lo menos, del día siguiente, haciéndolo así durante seis meses”. “Otro, de edad de nueve años, trabajaba a veces durante tres turnos de 12 horas seguidas y, otro, de 10 años, dos días y dos noches sin interrupción”. Quien quiera adentrarse en El Capital, de Carlos Marx, encontrará que entre las increíblemente meticulosas investigaciones que llevó a cabo el autor, se encuentran los escalofriantes testimonios de unos agentes que comisionó el Parlamento inglés a indagar e informar, de manera absolutamente verídica, la situación de la clase obrera en Inglaterra. Los ya famosos Libros azules. Ahí aparecen reportes espeluznantes de las condiciones en las que era explotada la fuerza de trabajo de los hombres, de las mujeres y hasta de los niños; ahí quedó plasmada, para memoria eterna, la crueldad de los empresarios capitalistas, la realidad de las criaturas ocultas en la oscuridad y el calor infernal de las fábricas. Se creía que ese periodo terrible ya había sido superado para siempre.

Pero no pasemos por alto que el gran interés de los diputados del Parlamento, por allá por los años treinta y cuarenta del Siglo XIX, se explica porque se trataba de contribuir a lanzar y consolidar un nuevo modo de producción que se generalizaba en Europa después de las revoluciones inglesa y francesa y que imponía la explotación “racional” de la clase obrera. El capital estaba entonces joven, saludable y vigoroso. Así de que, entre las diferentes formas de lucha de la clase obrera en Inglaterra que se hacían cada vez más enérgicas y frecuentes y la preocupación del Estado de la clase capitalista por “administrar racionalmente” el aprovechamiento de la fuerza de trabajo, se decidió indagar la situación real de la clase trabajadora y se envió a inspectores preocupados, incorruptibles y veraces. Ésos son los hombres a los que Carlos Marx hizo justicia ante la humanidad, destacadamente, al señor Leonard Horner. En consecuencia, la realidad se conoció y se promulgaron algunas leyes que mejoraron la situación de la clase obrera y posibilitaron su explotación productiva durante más tiempo.

Eran otras circunstancias. Ahora, el capital ya no está ni tan joven ni tan vigoroso. Cada vez le cuesta más dinero, más armamento e imponer más sacrificios y mortíferas guerras a su pueblo para sobrevivir. La extracción gratuita de materias primas por todo el mundo se le ha vuelto mucho muy complicada, la venta de sus mercancías cede cada vez más terreno a la competencia, su clase obrera está cada vez debilitada por la ausencia de servicios médicos y por el avasallamiento del alcoholismo y la drogadicción y hasta sus sectores intelectuales se han encogido en calidad y en cantidad como consecuencia de la privatización de la educación. Disminuye inexorablemente la tasa de ganancia. Nadie debe extrañarse, por tanto, que, en las nuevas condiciones, la clase explotadora de Estados Unidos, vanguardia y modelo de todas las clases explotadoras del mundo, esté adoptando drásticas medidas que parecía, solo parecía, que ya habían sido abolidas definitivamente.

Los más importantes diarios de la Unión Americana, han estado informando que, en varios estados de la Unión, se están aprobando leyes que vuelven legal lo que hasta hace poco era ilegal y perseguido: la explotación laboral de los niños. La campaña conservadora para reescribir las leyes sobre el trabajo infantil, tituló en su primera plana del pasado 23 de abril, el influyente diario The Washington Post. Ahí se escribió lo siguiente: “Cuando los legisladores de Iowa votaron la semana pasada para revertir ciertas protecciones de trabajo infantil, se involucraron con un movimiento creciente impulsado en gran medida por un grupo de defensa conservador”. Más adelante, el diario, explicó lo siguiente: “A las 4:52 a.m. del 18 de abril, el Senado del estado aprobó un proyecto de ley para permitir que niños de hasta 14 años trabajen turnos nocturnos y los de 15 años en líneas de montaje. La medida, que aún debe ser aprobada por la Cámara de Representantes de Iowa, es una de varias que la Fundación para la Responsabilidad Gubernamental está instrumentando a través de las legislaturas estatales”. Más claro no canta el agua, los pequeños a trabajar en fábricas y talleres, ahora ya en actividades de riesgo. El American way of life.

No se impaciente, amigo lector, todavía hay más de qué enterarse y registrar sobre las acciones de la derecha en Estados Unidos, que es la derecha más importante del mundo entero. Durante los últimos meses, los jueces y las legislaturas de varios estados de la Unión Americana se han aplicado a prohibir o a revertir leyes que permitían el aborto. Hay, pues, toda una corriente contraria al aborto en Estados Unidos. Llama la atención que una potencia militar que, solo hablando de bombardeos y solo tomando en cuenta los efectuados después de la Segunda Guerra Mundial y se cebó sobre 35 países supuestamente libres y soberanos, se muestre ahora tan interesada y protectora de un conjunto celular cuya aceptación como ser humano formado se encuentra sujeta a numerosas y muy respetables opiniones. ¿El matón del mundo, mortificado por la vida? Ahí hay gato encerrado. Me permito pensar, y el tiempo lo descubre todo, que se trata de aumentar la elegibilidad y la vulnerabilidad laboral de cientos de miles, quizá de millones de madres que optan por el aborto no por razones de criminalidad o deshumanización, sino porque sus capacidades económicas, ésas a las que ya las ha sumergido en la miseria la explotación capitalista y sus aterradoras consecuencias, no les permiten mantener a un nuevo ser; son, pues, en una gran mayoría, razones estrictamente económicas. En estas condiciones, obligarlas a tener hijos, o más hijos, es arrojarlas a una explotación más brutal y despiadada. Sí señores, son las exigencias de la disminución constante de la tasa de ganancia.

Item más. La derecha norteamericana esconde y prohíbe libros. El pasado 23 de abril, el diario Animal político, publicó lo siguiente: “La Asociación de Bibliotecas de EE. UU. (ALA, por sus siglas en inglés) informó en marzo que las solicitudes para la retirada de libros de las bibliotecas escolares y públicas en 2022 alcanzaron su mayor número desde que comenzaron los registros hace 20 años. En su informe más reciente, que cubre el año escolar 2021-2022 en EE. UU., PEN America, una ONG con sede en Nueva York que rastrea la censura literaria, informó que más de dos mil 500 prohibiciones de libros fueron emitidas por distritos escolares en 32 estados”. Impactante.

Pero nada raro si tenemos presente que el 10 de mayo de 1933 –se van a cumplir 90 años–, en la Bebelplatz de Berlín, entonces conocida como Opernplatz, tuvo lugar la quema de libros, hasta ahora, más famosa de la historia, el símbolo de la opresión totalitaria, la barbarie cultural y la despiadada guerra ideológica librada por los nazis. Nada raro si recordamos que Estados Unidos recogió y escondió a centenares de miles de nazis y que crio, adiestró y empujó a los de Ucrania y que Adolfo Hitler dijo: “Henry Ford es mi inspiración”. Nada raro, pues, si entendemos que el capital es un ente valetudinario que se sostiene en pie cada vez con más dificultades y se vuelve, por eso precisamente, cada vez más agresivo y sanguinario.

“En un taller de laminación en que la jornada nominal de trabajo comenzaba a las seis de la mañana y terminaba a las cinco y media de la tarde, había un muchacho que trabajaba cuatro noches cada semana hasta las ocho y media, por lo menos, del día siguiente, haciéndolo así durante seis meses”. “Otro, de edad de nueve años, trabajaba a veces durante tres turnos de 12 horas seguidas y, otro, de 10 años, dos días y dos noches sin interrupción”. Quien quiera adentrarse en El Capital, de Carlos Marx, encontrará que entre las increíblemente meticulosas investigaciones que llevó a cabo el autor, se encuentran los escalofriantes testimonios de unos agentes que comisionó el Parlamento inglés a indagar e informar, de manera absolutamente verídica, la situación de la clase obrera en Inglaterra. Los ya famosos Libros azules. Ahí aparecen reportes espeluznantes de las condiciones en las que era explotada la fuerza de trabajo de los hombres, de las mujeres y hasta de los niños; ahí quedó plasmada, para memoria eterna, la crueldad de los empresarios capitalistas, la realidad de las criaturas ocultas en la oscuridad y el calor infernal de las fábricas. Se creía que ese periodo terrible ya había sido superado para siempre.

Pero no pasemos por alto que el gran interés de los diputados del Parlamento, por allá por los años treinta y cuarenta del Siglo XIX, se explica porque se trataba de contribuir a lanzar y consolidar un nuevo modo de producción que se generalizaba en Europa después de las revoluciones inglesa y francesa y que imponía la explotación “racional” de la clase obrera. El capital estaba entonces joven, saludable y vigoroso. Así de que, entre las diferentes formas de lucha de la clase obrera en Inglaterra que se hacían cada vez más enérgicas y frecuentes y la preocupación del Estado de la clase capitalista por “administrar racionalmente” el aprovechamiento de la fuerza de trabajo, se decidió indagar la situación real de la clase trabajadora y se envió a inspectores preocupados, incorruptibles y veraces. Ésos son los hombres a los que Carlos Marx hizo justicia ante la humanidad, destacadamente, al señor Leonard Horner. En consecuencia, la realidad se conoció y se promulgaron algunas leyes que mejoraron la situación de la clase obrera y posibilitaron su explotación productiva durante más tiempo.

Eran otras circunstancias. Ahora, el capital ya no está ni tan joven ni tan vigoroso. Cada vez le cuesta más dinero, más armamento e imponer más sacrificios y mortíferas guerras a su pueblo para sobrevivir. La extracción gratuita de materias primas por todo el mundo se le ha vuelto mucho muy complicada, la venta de sus mercancías cede cada vez más terreno a la competencia, su clase obrera está cada vez debilitada por la ausencia de servicios médicos y por el avasallamiento del alcoholismo y la drogadicción y hasta sus sectores intelectuales se han encogido en calidad y en cantidad como consecuencia de la privatización de la educación. Disminuye inexorablemente la tasa de ganancia. Nadie debe extrañarse, por tanto, que, en las nuevas condiciones, la clase explotadora de Estados Unidos, vanguardia y modelo de todas las clases explotadoras del mundo, esté adoptando drásticas medidas que parecía, solo parecía, que ya habían sido abolidas definitivamente.

Los más importantes diarios de la Unión Americana, han estado informando que, en varios estados de la Unión, se están aprobando leyes que vuelven legal lo que hasta hace poco era ilegal y perseguido: la explotación laboral de los niños. La campaña conservadora para reescribir las leyes sobre el trabajo infantil, tituló en su primera plana del pasado 23 de abril, el influyente diario The Washington Post. Ahí se escribió lo siguiente: “Cuando los legisladores de Iowa votaron la semana pasada para revertir ciertas protecciones de trabajo infantil, se involucraron con un movimiento creciente impulsado en gran medida por un grupo de defensa conservador”. Más adelante, el diario, explicó lo siguiente: “A las 4:52 a.m. del 18 de abril, el Senado del estado aprobó un proyecto de ley para permitir que niños de hasta 14 años trabajen turnos nocturnos y los de 15 años en líneas de montaje. La medida, que aún debe ser aprobada por la Cámara de Representantes de Iowa, es una de varias que la Fundación para la Responsabilidad Gubernamental está instrumentando a través de las legislaturas estatales”. Más claro no canta el agua, los pequeños a trabajar en fábricas y talleres, ahora ya en actividades de riesgo. El American way of life.

No se impaciente, amigo lector, todavía hay más de qué enterarse y registrar sobre las acciones de la derecha en Estados Unidos, que es la derecha más importante del mundo entero. Durante los últimos meses, los jueces y las legislaturas de varios estados de la Unión Americana se han aplicado a prohibir o a revertir leyes que permitían el aborto. Hay, pues, toda una corriente contraria al aborto en Estados Unidos. Llama la atención que una potencia militar que, solo hablando de bombardeos y solo tomando en cuenta los efectuados después de la Segunda Guerra Mundial y se cebó sobre 35 países supuestamente libres y soberanos, se muestre ahora tan interesada y protectora de un conjunto celular cuya aceptación como ser humano formado se encuentra sujeta a numerosas y muy respetables opiniones. ¿El matón del mundo, mortificado por la vida? Ahí hay gato encerrado. Me permito pensar, y el tiempo lo descubre todo, que se trata de aumentar la elegibilidad y la vulnerabilidad laboral de cientos de miles, quizá de millones de madres que optan por el aborto no por razones de criminalidad o deshumanización, sino porque sus capacidades económicas, ésas a las que ya las ha sumergido en la miseria la explotación capitalista y sus aterradoras consecuencias, no les permiten mantener a un nuevo ser; son, pues, en una gran mayoría, razones estrictamente económicas. En estas condiciones, obligarlas a tener hijos, o más hijos, es arrojarlas a una explotación más brutal y despiadada. Sí señores, son las exigencias de la disminución constante de la tasa de ganancia.

Item más. La derecha norteamericana esconde y prohíbe libros. El pasado 23 de abril, el diario Animal político, publicó lo siguiente: “La Asociación de Bibliotecas de EE. UU. (ALA, por sus siglas en inglés) informó en marzo que las solicitudes para la retirada de libros de las bibliotecas escolares y públicas en 2022 alcanzaron su mayor número desde que comenzaron los registros hace 20 años. En su informe más reciente, que cubre el año escolar 2021-2022 en EE. UU., PEN America, una ONG con sede en Nueva York que rastrea la censura literaria, informó que más de dos mil 500 prohibiciones de libros fueron emitidas por distritos escolares en 32 estados”. Impactante.

Pero nada raro si tenemos presente que el 10 de mayo de 1933 –se van a cumplir 90 años–, en la Bebelplatz de Berlín, entonces conocida como Opernplatz, tuvo lugar la quema de libros, hasta ahora, más famosa de la historia, el símbolo de la opresión totalitaria, la barbarie cultural y la despiadada guerra ideológica librada por los nazis. Nada raro si recordamos que Estados Unidos recogió y escondió a centenares de miles de nazis y que crio, adiestró y empujó a los de Ucrania y que Adolfo Hitler dijo: “Henry Ford es mi inspiración”. Nada raro, pues, si entendemos que el capital es un ente valetudinario que se sostiene en pie cada vez con más dificultades y se vuelve, por eso precisamente, cada vez más agresivo y sanguinario.

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