/ lunes 13 de agosto de 2018

Julio Cesar Barbosa, la estatua urbana

Permanece inerte en la Plaza de Armas, ocho horas ante la vista de ciudadanos y turistas

Siete años “arrancándole” sonrisas a los niños… Aunque muchas veces ha sufrido discriminación y con el pasar del tiempo su salud ha mermado, Julio Cesar Barbosa, continuará siendo la estatua urbana de la Plaza de Armas; su hijo mayor, ya sigue sus pasos.

Julio acude cinco días a la semana a desempeñar este noble oficio a la Plaza de Armas de la capital potosina. Durante ocho horas permanece inerte ante la vista de ciudadanos y turistas, quienes premian su esfuerzo, con una moneda… o simplemente le regalan una sonrisa, lo que para él, es la mayor gratificación.

Y aunque su trabajo le ha dejado grandes satisfacciones, los riesgos en su salud son latentes. Julio utiliza grandes cantidades de pinturas acrílicas para cubrir su rostro, lo que a larga, podría ocasionarle cáncer en la piel.

Y a pesar de que decenas de personas lo admiran, y se acercan a tomarse fotos, muchos más lo discriminan y se burlan de la labor que desempeña para poder sobrevivir; “me gritan flojo ponte a trabajar, y no entienden lo difícil y cansado que es estar aquí”.

Portando su indumentaria y con los objetos que complementan la caracterización, Julio llega alrededor de las 11 de la mañana y a manera de homenaje, se coloca a un costado de la estatua del “Señor de las Palomas”. Cada 20 minutos cambia de posición, para aligerar la jornada, que, con el paso del tiempo, “le ha cobrado la factura”.

Julio relato al Sol de San Luis, que hace diez años llegó del Distrito Federal, a radicar a esta ciudad. Tras intentar colocarse en un trabajo que le fuera redituable y no conseguirlo, un día un amigo lo invito a unirse al “club de las estatuas urbanas”. Lo enseñó a maquillarse, le prestó un traje y le explicó este arte.

Desde ese momento hasta hoy, han pasado siete años y además del personaje que se observa en las fotografías, cuenta con el disfraz del ferrocarrilero, el revolucionario, el cinematógrafo, el de Juan del Jarro y el gato ensombrerado.

El mayor de sus hijos sigue sus pasos…

Desde hace dos años, su hijo mayor decidió seguir sus pasos. Hoy se le conoce como la “estatua bailadora”, pues los fines de semana, además de hacer reír a grandes y chicos, baila con las personas que acuden al Centro Histórico.

Hay turistas que me dice, año con año vengo nada más a verte. Me siento muy satisfecho, porque sé que, si me voy de este mundo, me voy con la satisfacción que hice reír a mucha gente, o que le di mucha alegría a San Luis Potosí

Siete años “arrancándole” sonrisas a los niños… Aunque muchas veces ha sufrido discriminación y con el pasar del tiempo su salud ha mermado, Julio Cesar Barbosa, continuará siendo la estatua urbana de la Plaza de Armas; su hijo mayor, ya sigue sus pasos.

Julio acude cinco días a la semana a desempeñar este noble oficio a la Plaza de Armas de la capital potosina. Durante ocho horas permanece inerte ante la vista de ciudadanos y turistas, quienes premian su esfuerzo, con una moneda… o simplemente le regalan una sonrisa, lo que para él, es la mayor gratificación.

Y aunque su trabajo le ha dejado grandes satisfacciones, los riesgos en su salud son latentes. Julio utiliza grandes cantidades de pinturas acrílicas para cubrir su rostro, lo que a larga, podría ocasionarle cáncer en la piel.

Y a pesar de que decenas de personas lo admiran, y se acercan a tomarse fotos, muchos más lo discriminan y se burlan de la labor que desempeña para poder sobrevivir; “me gritan flojo ponte a trabajar, y no entienden lo difícil y cansado que es estar aquí”.

Portando su indumentaria y con los objetos que complementan la caracterización, Julio llega alrededor de las 11 de la mañana y a manera de homenaje, se coloca a un costado de la estatua del “Señor de las Palomas”. Cada 20 minutos cambia de posición, para aligerar la jornada, que, con el paso del tiempo, “le ha cobrado la factura”.

Julio relato al Sol de San Luis, que hace diez años llegó del Distrito Federal, a radicar a esta ciudad. Tras intentar colocarse en un trabajo que le fuera redituable y no conseguirlo, un día un amigo lo invito a unirse al “club de las estatuas urbanas”. Lo enseñó a maquillarse, le prestó un traje y le explicó este arte.

Desde ese momento hasta hoy, han pasado siete años y además del personaje que se observa en las fotografías, cuenta con el disfraz del ferrocarrilero, el revolucionario, el cinematógrafo, el de Juan del Jarro y el gato ensombrerado.

El mayor de sus hijos sigue sus pasos…

Desde hace dos años, su hijo mayor decidió seguir sus pasos. Hoy se le conoce como la “estatua bailadora”, pues los fines de semana, además de hacer reír a grandes y chicos, baila con las personas que acuden al Centro Histórico.

Hay turistas que me dice, año con año vengo nada más a verte. Me siento muy satisfecho, porque sé que, si me voy de este mundo, me voy con la satisfacción que hice reír a mucha gente, o que le di mucha alegría a San Luis Potosí

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