Los juguetes tradicionales mexicanos no han perdido el interés de los más pequeños del hogar, a pesar de la existencia de los celulares, videojuegos y tabletas las que ocupan muchas ocasiones su mente para distraerse.
Así lo refirió la familia Molina, quienes desde hace 55 años llegaron a San Luis Potosí. originarios de Pamatacuaro, una comunidad de Quiroga, Michoacán estos artesanos elaboran cada pieza desde cero, en su casa, en un taller.
Así es como entre baleros, matracas, marionetas, camioncitos, trompos, yoyos, carritos y atrapanovios, recuerdan como la clientela ha ido cambiando , más no el interés por este tipo de mercancía.
Sin embargo, ahora es más común, señala la familia Molina que se los lleven como una pieza artesanal.
Y es que la calidad de cada pieza es muy distintiva, talladas a mano, pintadas sutilmente y barnizadas para darles ese acabado de calidad que no se encuentra en cualquier lado.
"La clientela y el interés han cambiado. Las personas prefieren adquirirlos cómo recuerdos o como una pieza artesanal porque ya no hay mucha gente que los elabore. De vez en cuando sí hay familias que traen a sus niños a comprar y se van felices por llevarse un juguete sin igual".
También refieren que durante estos 55 años la forma de elaborar estos juguetes no ha cambiado w incluso preservan sus formas, colores, pigmentos y hasta las herramientas con las que los hacen.
"Un juguete pude tardar varias horas en fabricarse. Muchos de ellos los mandan de Pamatacuaro, dónde los elaboran y otros los hacemos aquí en familia", explicaron.
El tiempo es relativo cuando se trata de crear una pieza desde cero, pues la mayoría de estos juguetes son elaborados de madera de diferentes árboles y pinaceas.
De los juguetes que más se venden son las marionetas de personajes icónicos y distintivos de la cultura mejicana, cómo charritos y adelitas, aunque también las hay de caricaturas.
Los más llamativos son los camioncitos de carga, los aviones de madera y por supuesto los rings miniatura para los muñecos de lucha libre.
Los costos varían, pues como son piezas elaboradas a mano lo mínimo que puede costar una de ellas son 100 pesos mexicanos.
Para la familia Molina los juguetes son arte y tradición, pero sobre todo un legado de herencia familiar que expone sus raíces y su lugar de origen.
"En San Luis no hay otro sitio como este, ni juguetes como los que nosotros ofrecemos, cada pieza es única y tiene un valor incomparable", comentaron.