El Jardín Colón, que igual que el mercado de La Merced quedó asentado en lo que fue la ermita de los mercedarios, suele ser escenario de exposiciones artísticas o “ferias del libro”, y quienes acuden no dejan de admirar la torre central que alberga un reloj de cuatro carátulas que fue donado en 1910 y todavía funciona.
En la mayoría de las veces, el jardín Colón suele ser recordado por la presencia de “catarrines” durmiendo o bebiendo en las bancas de piedra o a veces en sus áreas verdes, y que con frecuencia ya no amanecían. Sin embargo, ya son pocos los que llegan a verse rondando el lugar.
Ubicado entre la calzada de Guadalupe y las calles Pascual M. Hernández e Ignacio Zaragoza, ese espacio comenzó a construirse en 1886, y fue bautizado inicialmente como Plaza Colón en conmemoración de los cuatro siglos del Descubrimiento de América. Hoy es reconocido como jardín Colón, aunque todavía hay quienes prefieren llamarlo jardín de La Merced.
RELOJ DE CUATRO CARAS
La torre central, y que alberga el reloj que fue donado por la colonia española a la ciudad en recuerdo del el primer centenario del inicio de la lucha de Independencia, es de estilo barroco. Años después, se construyó la balaustrada que la rodea, y que en varias ocasiones ha sido restaurada, afectada generalmente por vandalismo.
De acuerdo con datos de la Unidad de Gestión del Centro Histórico, la maquinaria del reloj es sometida con frecuencia a mantenimiento, lo que lo mantiene en funcionamiento y dándola hora exacta todo el tiempo; ese trabajo lo realiza un equipo especial de restauradores.
Pocos saben que cada una de sus cuatro carátulas se orientan a los cuatro puntos cardinales y pocos se han fijado que el 4 en número romano (IV) está representado como IIII, y también pocos saben –o recuerdan- que su maquinaria original fue robada; según locatarios del mercado de La Merced, ello habría ocurrido en 2009
Su área verde, con frondosos árboles que hacen del espacio de las pocos jardines frescos y tranquilos para pasar el rato -si no se es molestado por algún “catarrín” o pedigüeño que suelen rondar por ahí, es también sometida a constante mantenimiento.
PARTE DEL “PASEO ESMERALDA”
El jardín Colón había permanecido en el descuido por varios años, y en alguna reciente administración municipal le fue colocado pasto nuevo en todas sus áreas, en colaboración con una empresa que participó en los gastos; a pesar de los letreros de “no pisar el césped”, se acabó por ser frecuente área de juego de escolares que salen de los centros escolares aledaños.
La Unidad de Gestión del Centro Histórico ha intervenido en varias ocasiones en el mantenimiento de ese simbólico espacio, y además de mantener el funcionamiento el reloj ha reparado bancas de piedra y de madera, y recuperado sus áreas verdes, ya que al final forma parte del proyecto “Paseo Esmeralda” emprendido por la actual administración municipal.