Hace casi un año, en octubre de 2017, comenzó la pesadilla de Pedro Rodríguez Ruiz cuando en cumplimiento de su deber, como policía privado, fue atacado a tiros en violento asalto a la gasolinera que tenía asignada para su vigilancia. Hoy, incapacitado y sin empleo ni pensión, no sabe a quién recurrir.
En la compañía “Dinámica Seguridad Privada”, donde prestaba sus servicios, le dieron la espalda cuando se enteraron de su condición: Estuvo a punto de perder una pierna, terminó con 14 clavos en ella pero ya no puede caminar; está confinado a una silla de ruedas.
“Vivo una pesadilla sin fin, no tengo pensión ni puedo trabajar y pues ya no tengo ni para comer”, se queja Pedro, quien quizá está más preocupado por su familia, y el destino que le depara, en especial el de su madre.
Su madre, de muy avanzada edad está enferma y sus abuelos también y no cuentan con recursos ni para alimentarse, además que tiene a dos hijas estudiando.
Pedro recuerda a detalle el día que cambió su vida, el día del atentado que lo dejó inutilizado para caminar.
Fue en octubre del año pasado, al encontrarme trabajando como elemento de seguridad en una gasolinera ubicada sobre avenida de la Paz, cuando unos sujetos fueron a asaltar el negocio
En cumplimiento de su deber, dice, pretendió impedir el atraco, pero fue sometido. “Me golpearon en la cabeza y me dispararon en la pierna, y a partir de ese momento, comenzó mi pesadilla…”.
Fue auxiliado y trasladado a una clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) donde lo atendieron de una forma que consideró muy deficiente. “Se me infectó mi pierna y estuve a punto de que me la amputaran, porque la infección estaba llegando a otras áreas del cuerpo”, explica.
Duré muchos meses internado porque la infección no se me detenía, hasta que por fin lo lograron los médicos y por la factura de mi fémur, me pusieron 14 clavos, pero aún tengo muy dañada mi pierna y no puedo caminar
Luego, fue dado de alta y su médico lo instruyó a que se presentara a trabajar a la empresa “aunque fuera en silla de ruedas”.
Los encargados de la empresa de seguridad le hicieron saber que ya no lo podían emplear y le espetaron el clásico “y hazle como quieras…”, regresó al IMSS pero, dice, se topó con trabas burocráticas que le impiden obtener su pensión. “No me la quieren dar y pues no sé qué hacer”, dice afligido.