Desbordado el Panteón del Morro, familias enteras acudieron a visitar a los fieles difuntos, ni un alfiler cabía entre las tumbas adornadas de las flores más lindas de la temporada.
Llegar al panteón era toda una travesía, desde la avenida Ricardo Gallardo, vehículos hacían doble fila en ascenso y descenso de personas que llegaban y salían de este lugar. Encontrar estacionamiento también fue un reto.
Frente al Morro se colocaron decenas de negocios vendiendo flores de Cempasúchil, frutas, aguas frescas y toda clase de alimentos; entre ellos las tostadas borrachas, el tepache y las tradicionales gordas de horno.
En la puerta principal, había un tumulto de gente que cargaba macetas y arreglos florales para adornar las tumbas.
Era común ver en los pasillos gente cargando con garrafones y botes de agua, algunos hasta traían toldos y sillas para hacer su fiesta personal.
Viejas y nuevas generaciones rodeaban las tumbas, casi todas arregladas con la flor amarilla de la época de muertos, algunos llevaban sus alimentos para comer con sus muertos. El platillo que más les gustaba en vida.
Una gran mayoría escuchaba la música que le gustaba a sus muertos, se oía el sonar de Hermoso Cariño del Cardenense Fernando Z. Maldonado, y la de Libro Abierto de Gerardo Reyes.
Cargando el tololoche, la guitarra y el acordeón, hombres a la usanza norteña ofrecen sus servicios de música profesional. Sus acordes se oían por todos lados.
En el camposanto también paseaban los jardineros que ofrecían limpiar las tumbas, cortar el exceso de pasto y hasta llevar agua para regar la vegetación.
Además de las olorosas flores en las tumbas, dejaban el tradicional refresco de cola, algunos dulces y hasta dejaban unas Coronitas como dicen bien bien el odias.
Parecía un día de campo para muchos, pero para otros era una cita imperdible con el ser más querido.
"Es una bonita tradición recordar a nuestros familiares que están en nuestros corazones, venimos a visitarlos le traemos flores y hacemos un rosario, cuando venimos nos acordamos de anécdotas tristes y felices", dijeron Jorge e Isabel Rivas, asiduos visitantes.
Una familia de sonideros llevó sus bocinas y a todo volumen, dedicó varias canciones al abuelo que los dejó "venimos a visitar a nuestros difuntitos, con todo el cariño, a ponerles un poquito de música, en cierta forma convivir con ellos. Es una tradición desde niños, que queremos que nunca se pierda, por eso se lo inculcamos a nuestros hijos. Aquí tengo a mis abuelitos, a mi tía y a mi papá, nos gustan las norteñas, las cumbias, de todos los géneros, les recordamos que se hacían buenas fiestas y que éramos muy alegres. Yo vengo con gusto a ver a mi abuelito y bisabuela, una anécdota que recuerdo de mi abuelito desde chiquito platicaba con él, platicábamos cosas, anécdotas, mi abuelito era sonideros y yo también soy y nos poníamos a escuchar", detallaron Emilio Ruíz Bárcenas, Blanca Guadalupe Pérez y Emilio Pérez".
Para los asistentes es un momento propicio también para dejar en buen estado los mausoleos, aunque las autoridades del cementerio realizan limpieza general, se ve a muchos, acarreando el agua, que se percataban que sigue saliendo de color amarillento o sucia, como sale en la capital potosina ahora también en el municipio de Soledad de Graciano Sánchez donde se encuentra la última morada.