"Estudiar medicina es muy caro, pero es mi ilusión"

Conoce a Dulce Natalia, una pequeña que ayuda a sus padres a vender dulces y su mayor anhelo es convertirse en doctora

Patricia Azuara

  · domingo 7 de octubre de 2018

Con su ropa desgastada, su mirada triste, tímida, de pocas palabras, pero de gran corazón… así es Dulce Natalia, una pequeña que cuida el puesto de dulces que sus padres colocan sobre la calle Constitución; justo ahí, en donde se aglutinan los pasajeros que esperan el transporte público, frente a la Alameda en esta capital potosina.

Dulce Natalia Toribio Lucio, apenas llega a los 13 años de edad… una niña que aún con sus múltiples carencias, no se cansa de luchar para lograr ser alguien en la vida: su anhelo más grande es convertirse en doctora; “estudiar medicina es muy caro, pero es mi ilusión”, relató la pequeña al Sol de San Luis.

Ella estaba ahí, sentada en el escalón de un antiguo edificio que se ubica a un costado de la transitada avenida… eran aproximadamente las dos de la tarde, y todavía le faltaba ocho largas horas de jornada. Cuida el puesto de 12 del día a 10 de la noche. Resulta imposible ignorar tal imagen.

La labor en el negocio familiar, no le impide ser responsable con sus tareas escolares; Dulce es un ejemplo a seguir… en ese espacio, reducido e incómodo, se coloca el cuaderno sobre sus piernas, y sin “renegar”, cumple también con los encargos de los maestros.

Con su libro a un lado, toma el lápiz, la regla y unas hojas, y empieza a realizar los trazos que le pidieron; este fin de semana su tarea era de ciencias; pero confesó que su materia favorita es la de artes.

Aunque asegura ser feliz, su rostro refleja un poco de cansancio… ella aprovechó este espacio para solicitar el apoyo de las autoridades gubernamentales, para poder continuar con sus estudios, pues su promedio superar el ocho de calificación.

Desde que era bebé acompaña a sus padres al puesto de golosinas, pero cuando cumplió 10 años, se encarga los fines de semana del negocio. Para ella no hay idas al cine, ni al parque, ni conoce las reuniones con sus amigas, ni los días de descanso. Todos los sábados y domingos del año, su rutina es la misma.

No me quejo, así soy feliz, me gusta ayudarle a mis papás, y lo único que quiero es ser doctora