Muy pocos potosinos saben, del vestigio que guarda la escuela primaria Manuel José Othón, un espacio de educación pública erigido dentro de un extinto cementerio que se ubicaba en la capital potosina dentro del barrio de San Miguelito y mismo que fue creado por la pandemia de la viruela en el siglo XVII.
Hoy los días de aquel funesto y sombrío espacio, se ha convertido en un área de estudio y de juegos, la cual sólo guarda el testimonio de una lápida como recuerdo de aquellas personas que fenecieron y continúan descansando en paz bajo el piso de este centro escolar, dónde según la leyenda se dice ahí se resguardan los restos de la icónica “Loca Zulley”.
Según lo referido en algunos archivos de Imágenes Históricas de San Luis Potosí, este extinto cementerio fue destruido hace un poco más de 50 años, debido a que el 28 de julio de 1916 los residentes del barrio solicitaron al Ayuntamiento Capitalino la construcción de un espacio mercantil.
Sin embargo no fue hasta el mes de agosto del año 1922 que fue retirado por completo, según lo referido por algunos residentes, ya que no se encontraba en buenas condiciones y ya nadie lo visitaba.
Asimismo en ese mes, el ayuntamiento notificó a las familias que contaban con su propia fosa liquidaron sus adeudos por la renta del espacio del cementerio, para poder trasladar los restos de sus difuntos a otros espacios fúnebres.
En dicho documento del H. ayuntamiento se menciona lo siguiente:
"En las calles de 7ª. Xicotencatl, 5ª de Fernando Rosas y 2ª de Zenón Fernández (se ubica) un antiguo camposanto cuyas paredes están en estado sinuoso, y en el interior los sepulcros están descubiertos y los huesos tirados en distintas direcciones, averías que han hecho seres humanos irrespetuosos de lo que deberían ver como sagrado.
Como el referido campo mortuorio pertenece al H. Ayuntamiento, venimos a suplicar se sirva cederlo a la junta para establecer una escuela de instrucción primaria y una escuela granja".
En enero de 1923 el ayuntamiento accedió, pero luego se retractó y el cementerio quedó en ínfimas condiciones.
Y no fue hasta 1939 que se inició la construcción de la escuela Manuel José Othón, la cual concluyó un año después.
Cómo parte de la tradición oral que aún permanece en esta zona, vecinos señalan que no todos retiraron las lápidas de sus difuntos y por ello algunas quedaron en este recinto escolar y otras muchas fueron utilizadas como adoquín para la construcción de las casas cercanas a esta escuela.
"Hoy, en la calle de Xicoténcatl, cuatro casas adelante donde está la mojonera (piedra que delimitaba los terrenos) algunas familias tomaron lápidas para adornar sus casas", señaló un vecino de la zona.
Actualmente algunos de estos vestigios son visibles para cualquier transeúnte que pase por este espacio, también se comenta a los alrededores de algunas situaciones paranormales que suceden dentro de este instituto y afuera de él.
Sin embargo hasta el momento no se ha podido corroborar nada respecto a estás manifestaciones espectrales, qué sin duda se han convertido parte de una leyenda identitaria de este barrio.