/ martes 5 de marzo de 2019

Enfermería, una profesión ingrata; no reciben ni las gracias

Esta carrera es altamente ingrata no solo con ella, sino con aquellos que cuidan, a los que con mucho cariño y energía atienden de día e inclusive de noche

Servicial, generosa, emotiva, y directa para hablar, es Brenda de 30 años de edad, quien es enfermera titulada de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, UASLP, en su profesión ha visto y mucho, el dilema de la ética y la moral es una constante.

A su corta edad, ya ha estado trabajando en el Hospital Central “Dr. Ignacio Morones Prieto”, en el Hospital Carlos Diez Gutiérrez del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, ISSSTE, en el Instituto Mexicano del Seguro Social, IMSS, en el ámbito privado y hasta en el industrial.

A veces, su profesión es altamente ingrata no solo con ella, sino con aquellos que cuidan, a los que con mucho cariño y energía atienden de día e inclusive de noche.

La moral y la ética siempre están en juego, presentes, en el aire. Ha sido testigo de cómo los familiares de un paciente lo abandonan en el hospital y hasta ruegan porque muera ya que están cansados de pagar los servicios médicos o los materiales que requiere el paciente. Cuenta que algunos parientes de enfermos, a veces no mandan el equipo quirúrgico que requiere su familiar y son ellas, las mujeres de blanco, las que asumen el costo a pesar de que los salarios que perciben tampoco son los ideales.

“La familia los deja, me tocó atender en octubre pasado a un médico ginecólogo retirado de El Salvador, y su familia vivía en la Ciudad de México, me contactaron para atenderlo en el Hospital 50 del IMSS, le dio una embolia y le descubren que tenía Cáncer de próstata, diabetes descontrolada, insuficiencia renal y la familia dijo que ya no querían estar aquí, a pesar de que el señor tenía unas fuerzas enormes de trabajar y lo único que decían sus familiares era, cuándo se va a morir, les pedíamos sueros, malteadas especiales y nos daban todo mucho tiempo después, este es un caso triste de los muchos que te pudiera contar”.

En su experiencia de muchos años, comenta que la gente más ingrata es la que puede pagar los servicios de las enfermeras y los que no pueden se tienen que aguantar porque no tienen dinero “y lo hacen de mala gana y de mal humor, los familiares se desquitan con nosotras, a veces pienso que es una profesión desagradecida porque nosotros realizamos el proceso de cuidado y a quien agradecen es a los doctores”.

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A su corta edad, ya ha estado trabajando en el Hospital Central “Dr. Ignacio Morones Prieto”, en el Hospital Carlos Diez Gutiérrez del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, ISSSTE, en el Instituto Mexicano del Seguro Social, IMSS, en el ámbito privado y hasta en el industrial.

A veces, su profesión es altamente ingrata no solo con ella, sino con aquellos que cuidan, a los que con mucho cariño y energía atienden de día e inclusive de noche.

La moral y la ética siempre están en juego, presentes, en el aire. Ha sido testigo de cómo los familiares de un paciente lo abandonan en el hospital y hasta ruegan porque muera ya que están cansados de pagar los servicios médicos o los materiales que requiere el paciente. Cuenta que algunos parientes de enfermos, a veces no mandan el equipo quirúrgico que requiere su familiar y son ellas, las mujeres de blanco, las que asumen el costo a pesar de que los salarios que perciben tampoco son los ideales.

“La familia los deja, me tocó atender en octubre pasado a un médico ginecólogo retirado de El Salvador, y su familia vivía en la Ciudad de México, me contactaron para atenderlo en el Hospital 50 del IMSS, le dio una embolia y le descubren que tenía Cáncer de próstata, diabetes descontrolada, insuficiencia renal y la familia dijo que ya no querían estar aquí, a pesar de que el señor tenía unas fuerzas enormes de trabajar y lo único que decían sus familiares era, cuándo se va a morir, les pedíamos sueros, malteadas especiales y nos daban todo mucho tiempo después, este es un caso triste de los muchos que te pudiera contar”.

En su experiencia de muchos años, comenta que la gente más ingrata es la que puede pagar los servicios de las enfermeras y los que no pueden se tienen que aguantar porque no tienen dinero “y lo hacen de mala gana y de mal humor, los familiares se desquitan con nosotras, a veces pienso que es una profesión desagradecida porque nosotros realizamos el proceso de cuidado y a quien agradecen es a los doctores”.

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