Peregrinos y fervientes comenzaron a llegar con anticipación a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, pues mañana ya es diciembre 12 y con esta fecha, las mandas y promesas a punto de llegar a su vencimiento.
Muchos de ellos, han hecho de la calzada de Guadalupe, una alfombra de cansado camino que recorren arrodillados en busca de ayuda y expiar alguna que otra culpa.
El trayecto se hace largo y sus rodillas palpitan y arden, acorde a su amor y devoción por esta advocación mariana.
Muchas son las historias que convergen en este espacio, como la de Blanca, el payaso "Zampabollos" y los Taxistas "Benito Juárez García", a quienes les une su devoción y amor por la "Morenita".
TRES HISTORIAS DE DEVOCIÓN
La organización de taxistas Benito Juárez García está conformada por más de 40 familias que desde hace más de 30 años se dedican al oficio de ruleteros.
La calle por muchos años ha sido su lugar de trabajo, donde se han enfrentado a gran cantidad de dificultades. Siempre con la seguridad de saber hacia dónde se dirigen, pero con el temor latente de desconocer a quién suben a su unidad.
Es por ello que cada mes de diciembre, desde hace 20 años, visitan el Santuario Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe para agradecer a esta Santa Patrona toda la ayuda y cuidado que les ha proveído en el desempeño de su trabajo.
"Ser taxista es peligroso. Hace treinta años levantaron a un compañero y lo asesinaron. Desde entonces hemos sido blanco de la delincuencia. Por eso venimos a darle gracias a la Virgencita de Guadalupe, por toda su protección y ayuda", expresaron.
Con más de 20 unidades en fila, cuadros, guirnaldas y globos rodearon esta escena conmovedora. La cumbia fue el sonido ambiente de este espacio, dónde la alegría enmarcó este festejo previo a la "reina del Tepeyac".
Sobrevivir fue la palabra más mencionada por los taxistas, para quienes en medio de esta presente pandemia, continuar sanos y vivos se ha convertido en todo un milagro.
"Tuvimos compañeros que fallecieron debido al Covid-19. Han sido casi dos años de trabajar en medio de muchos contagios. Sobrevivimos y la Guadalupana es parte de ese milagro".
Pedir por su salud y su seguridad en medio de una sociedad que hoy día enfrenta una crisis pandémica y una situación de violencia que se acrecienta día con día, es el motivo de su visita.
"Agradecer y continuar con la petición de que cuide de nuestras familias, compañeros y pasajeros, será siempre el motivo más grande para visitar a nuestra querida Virgen de Guadalupe".
BLANCA, UNA HIJA DE ENORME FE
Visiblemente agotada, Blanca una joven de 30 años de edad, estaba a punto de terminar un recorrido de casi dos kilómetros de trayecto sobre sus rodillas. Pues llevó a cabo el cumplimiento de una manda realizada a la Virgen de Guadalupe, en la cual le pidió por la salud de su madre.
"Mi madre fue intervenida de manera urgente, en el mes de noviembre. Afortunadamente después de un mes ha ido recuperando su salud. Le prometí a la Virgen de Guadalupe que si mi mamá recuperaba su bienestar, yo vendría a cumplir esta manda y por eso aquí estoy", expresó.
Blanca iba acompañada de su pareja, que al ritmo de sus agotados pasos, recorría unos cobertores sobre el piso de cantera de la Calzada de Guadalupe, para que Blanca ya no lastimara más sus frágiles rodillas.
El rostro de Blanca era apacible, tal vez porque estaba cumpliendo su promesa. Después de unos minutos llegó a su destino y emocionada se encontró cara a cara con la imagen de esta advocación.
"Cumplí mi manda y estoy satisfecha, agradecida. No hay nada más que decir. Mi devoción por la Virgencita es grande y siempre será así", mencionó.
ZAMPABOLLOS, UN PAYASITO GUADALUPANO
Sobre un triciclo, a las afueras del Santuario Basílica de Nuestra señora de Guadalupe, se encontraba Zampabollos, un payasito icónico del entretenimiento nacional y potosino, quien fue a dar gracias por todos los favores otorgados por la patrona de América Latina.
Atrás de su cargado maquillaje, su mirada reflejaba emotividad al contar su historia de supervivencia, pues después de semanas en un hospital ganó la batalla contra el Covid-19.
"Yo me contagié a mediados de año y sobreviví de puro milagro. Estuve internado semanas, morí unos instantes, pero regresé, por la gracia de la Virgen de Guadalupe".
Zampabollos cuenta que, tras casi un año repleto de dificultades que mermaron su salud, un día sin más estaba sobre una camilla del hospital luchando por su vida.
"Ya no supe de mí, entré en un letargo. Lo único que recuerdo es una música muy peculiar e imágenes de niños y niñas despidiéndose de mí", compartió.
Después Zampabollos despertaría, tras unos días de haber estado internado por complicaciones respiratorias, ahí, en medio del cuarto del hospital, supo que había muerto unos minutos pero que los doctores habían logrado reanimarlo.
En ese instante, este payasito de peculiar sonrisa, entendió que su misión en esta vida continuaba. "Por eso vengo a agradecerle a la Virgencita todo lo que me ha dado. Siempre me ha dado su mano y su cobijo".
Antes de entrar a la Basílica, Zampabollos bajó de su triciclo, hizo reír a unos cuantos niños con sus trucos de magia e inocentes chistes, agradeció, se dio la vuelta y con mucho respeto se persignó.
Dijo adiós mirando al cielo y con orgullo entró al santuario para encontrarse de frente con su fe, con su santa madre, con su vestimenta, el hombre detrás del personaje.