De “mercado de los huaracheros” solamente queda una reminiscencia. Sus casetas son, casi todas, ocupadas para la venta de ropa y son contados los negocios que sobreviven con la venta de calzado.
Ya no están las pequeñas fábricas de calzado ni las talabarterías; tampoco hay quien elabore algún zapato a la medida y, menos, se venden aquellas “burras” con suela de llanta, los “romeos”, los zapatitos “tuneros” o los “tanques”.
Aun así ese conjunto de casetas edificadas -dice uno de los mercaderes sobrevivientes- entre 1914 y 1917, sigue siendo conocido como “de los huaracheros”.
Sin embargo, pocos saben -o recuerdan- que en realidad se llama mercado “Moctezuma”. Otros lo bautizaron como mercado “Pípila”, en cuyo alrededor se desarrolló toda una industria relacionada con el calzado.
Aunque son escasos o ya no están los talleres y talabarterías, sobreviven en locales aledaños varias zapaterías, así como todo un corrillo de aseadores de calzado y, por supuesto, los “zapateros remendones” que se ubican entre ese mercado y el “República”, esos que convierten un zapato viejo en casi nuevo.
En recorrido por los pasillos del “mercado de los huaracheros” también se puede notar que hay locales que tienen tiempo sin abrir. Ya no está don Hilario, cuya caseta décadas atrás se abarrotaba de padres de familia –en temporada escolar- para llevarse zapatos de niño o niña “de los más económicos”; tampoco está don Antonio López, ni Gregorio Rico ni don Santiago Martínez, quien tenía su local detrás de la peluquería que, esa sí, todavía sobrevive, igual que la caseta de las hoy conocidas como “tortas del Chavo”.
Igualmente, ya no está el local del señor Hermosillo, especialista en los huaraches “tuneros”, llamados así porque solían llevar –pintados a mano- unas tunas o flores.
En el recuerdo también quedó la tienda de abarrotes de don Eustorgio y aquella señora –conocida como “La Güera- que, junto con su esposo, comercializaba cazuelas, ollas y otros recipientes de barro que solía molestarse de sobre manera cuando la gente se sentaba en los maceteros cercanos. Les gritaba y, si no le hacían caso, les lanzaba agua.
Hoy, las botas vaqueras, el calzado tipo industrial o los zapatos de moda son los de mayor demanda y, aunque si se hurga con paciencia, aún es posible encontrar algún par de burras con suela de llanta y algunos huaraches rústicos, aunque la mayoría ya son confeccionados en fábrica, no a mano.