/ jueves 16 de junio de 2022

El Edificio Legislativo: caja de resonancia política y objetivo de ataques criminales

Bajo su techo se han escrito grandes episodios de la política potosina; reacomodos políticos, informes de gobierno, designaciones trascendentales, manifestaciones violentas y sigue ahí, de pie, sobreviviendo a todo y a todos

Caja de resonancia política. Escenario de las estrategias más brillantes y de las peores prácticas políticas. Zona de impunidad bajo el amparo del fuero constitucional. Circo de varias pistas con actores improvisados. Objetivo de grupos criminales disfrazados de activistas. Trampolín, tumba, refugio, siempre bajo la lupa y blanco de críticas, el edificio del Congreso del Estado en la Plaza de Armas, sobrevive, a pesar de todo.

El ataque más brutal y despiadado en su historia, que sigue en la impunidad, ocurrió el 5 de junio de 2020, cuando un grupo de vándalos que aseguraban ser activistas, quemaron documentos, mobiliario, la Bandera Nacional fue sacada y destruida lo mismo que el busto en bronce de Ponciano Arriaga; además destruyeron los enormes cristales del acceso, puertas y se robaron equipo de cómputo.

Bajo su techo se han escrito grandes episodios de la política potosina; reacomodos políticos, informes de gobierno, designaciones trascendentales, manifestaciones violentas y sigue ahí, de pie, sobreviviendo a todo y a todos.

La sede del Poder Legislativo de San Luis Potosí, en el primer cuadro de la ciudad, conocida también como “el Congreso de Jardín Hidalgo” se remonta a la época virreinal, cuando era una construcción de cantera. Fue considerado como uno de los más bellos ya que era de los más grandes y mejor conservados.

Estas instalaciones en distintos capítulos de la historia han albergado a la sociedad potosina en su esencia, primero como parte de un prestigioso hotel y diversos comercios, luego como cuna de la cultura acogiendo al que fuera considerado el más moderno centro cultural el “Teatro Azteca”.

En la parte alta se encontraba el famoso “Hotel Sanz” que en su época era de los más importantes, y en la planta baja se localizaban varios comercios entre ellos la cantina “Gambrinus”.

Para 1928 la sociedad potosina era considerada como un público fino, inteligente y conocedor, por lo menos en lo que a nivel de eventos culturales se refiere, pero carente de espacio adecuado, tal como lo señala la publicación de un folleto con motivo de la inauguración del “Teatro Azteca”, en la que destaca:

“Es evidente y bien notorio en la República entera. Que en San Luis Potosí se ha distinguido extraordinariamente por la cultura de su sociedad; pocas son las capitales de los estados… que cuentan con un núcleo social tan homogéneo y unido como el potosino... A cualquier artista, concertista, cantante y hasta un torero, le impone y preocupa presentarse ante el auditorio potosino, por su crítica tan severa y sus conocimientos tan concienzudos y elevados; en resumen, un público fino, inteligente y conocedor”.

“…San Luis… carecía de un local digno de su sociedad y cultura”, por lo que la empresa representada por Alfonso Lasso de la Vega, realizó el proyecto que se había convertido en una necesidad de la población.

La realización del proyecto duró casi ocho años, adquiriendo inicialmente la pequeña casa de la antigua cantina “Gambrinus”, en fragmentos parciales, con intervalos de algunos años; posteriormente, siguió el esfuerzo por la adquisición de lotes o fragmentos de las propiedades o casas colindantes, cristalizándose al fin en realidad, en el momento que tomaba posesión del gobierno del estado, Saturnino Cedillo.

Los trabajos iniciaron el 1 de noviembre de 1927, bajo la dirección del arquitecto metropolitano Carlos Crombé, constructor del “Teatro Olimpia de México”, la obra concluyó poco después de un año.

La inauguración del Teatro Azteca se realizó el 24 de noviembre de 1928 y en donde Alfredo Lasso de la Vega expresó: “Dedico la realización del esfuerzo mayor de mi vida, germinando en mi cerebro silenciosamente varios años atrás, venciendo innumerables obstáculos y forjados en fragmentos de tierra y voluntad, a la culta sociedad potosina, acreedora a los progresos nacionales civilizados; al gobernador de mi estado, que se preocupa por el embellecimiento de la ciudad, impulsándolo tan dignamente, y a la inolvidable memoria de mi madre y hermano recientemente desaparecidos; creyendo haber cumplido con mi deber, al aportar a San Luis, la obra de Teatro Azteca”.

A partir de ese momento el “Teatro Azteca” se mantuvo con éxito durante varias décadas, pero ante la creación de salas de cine más funcionales y modernas tuvo que cerrar a mediados de la década de los 70 y derrumbado varios meses después.

Ante la demolición del teatro, en uno de los diarios locales se externó: Tal vez se construya un moderno edificio en el hueco que dejo el Teatro Azteca, cuya fachada esté acorde con la arquitectura que se requiere, pero nos parecerá descubrir cierta ausencia, pero no es posible olvidar lo desaparecido en la memoria sentimental, el recuerdo imperecedero de lo vivido.

Norma Rivera | El Sol de San Luis

A petición del gobernador Guillermo Fonseca Alvarez 1973- 1979, el terreno se adquirió y se decidió demoler el edificio hasta sus cimientos para la construcción de la sala de arte infantil bajo la supervisión del Sistema de Desarrollo Integral de la Familia DIF que se inauguró en 1978, con la finalidad de promover en la población infantil la cultura y el arte.

Desde esa década la fachada es la misma hasta el día de hoy. Durante el periodo del gobernador Carlos Jonguitud Barrios -1979 – 1985- la planta baja de este inmueble fue habilitado para funcionar como oficina de la Dirección General de Turismo Estatal y en la parte superior continuó funcionando como sala cinematográfica.

Para 1989, el gobernador Florencio Salazar Martínez, se propuso que el Honorable Congreso del Estado debería contar con un recinto propio, independiente y funcional, por lo que se planteó que la sala de arte infantil, en ese entonces inoperante, se convirtiera en el nuevo recinto legislativo ya que se acoplaba a los requerimientos necesarios.

Al termino del gobierno de Florencio Salazar Martínez fue el gobernador interino Leopoldino Ortiz Santos, que continuó con el proyecto en manos del arquitecto Marco Antonio Garfias.

La remodelación tardó aproximadamente nueve meses, logrando cubrir las necesidades que debería contar el local. El 15 de mayo de 1990 mediante el decreto N° 517, publicado en el Periódico Oficial del estado es declarado como recinto oficial del Honorable Congreso del Estado; y se inauguró el 6 de junio del mismo año por el entonces presidente de la República Carlos Salinas de Gortari, siendo la LII Legislatura la que concluyó su periodo en el nuevo recinto.

Los integrantes de la LII Legislatura –Septiembre 1987-Septiembre 1990- a quienes les tocó la transición del Palacio de Gobierno al nuevo recinto fueron: Agustín Bocard Alvarado, Juan Hernández de los Santos, Jorge Vinicio Mejía Tobías, Felipe Aurelio Torres Torres, Gualberto Meléndez Cruz, Rafael Tristán López, Fausto Izar Charre, Enrique Calderón Otero, Librado Ricavar García, Raúl Olivares Santos, Guillermo Martínez Santander, José Eduardo González Sierra, Alicia Martínez Martínez, Consuelo Chávez Martínez, Ramón Merino Ramos, Manuel Rivera del Campo, Dámaso Robles García, Guillermo Tiscareño Codina, Paulino Martínez Carmona y Salvador Espinoza Lárraga.

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Caja de resonancia política. Escenario de las estrategias más brillantes y de las peores prácticas políticas. Zona de impunidad bajo el amparo del fuero constitucional. Circo de varias pistas con actores improvisados. Objetivo de grupos criminales disfrazados de activistas. Trampolín, tumba, refugio, siempre bajo la lupa y blanco de críticas, el edificio del Congreso del Estado en la Plaza de Armas, sobrevive, a pesar de todo.

El ataque más brutal y despiadado en su historia, que sigue en la impunidad, ocurrió el 5 de junio de 2020, cuando un grupo de vándalos que aseguraban ser activistas, quemaron documentos, mobiliario, la Bandera Nacional fue sacada y destruida lo mismo que el busto en bronce de Ponciano Arriaga; además destruyeron los enormes cristales del acceso, puertas y se robaron equipo de cómputo.

Bajo su techo se han escrito grandes episodios de la política potosina; reacomodos políticos, informes de gobierno, designaciones trascendentales, manifestaciones violentas y sigue ahí, de pie, sobreviviendo a todo y a todos.

La sede del Poder Legislativo de San Luis Potosí, en el primer cuadro de la ciudad, conocida también como “el Congreso de Jardín Hidalgo” se remonta a la época virreinal, cuando era una construcción de cantera. Fue considerado como uno de los más bellos ya que era de los más grandes y mejor conservados.

Estas instalaciones en distintos capítulos de la historia han albergado a la sociedad potosina en su esencia, primero como parte de un prestigioso hotel y diversos comercios, luego como cuna de la cultura acogiendo al que fuera considerado el más moderno centro cultural el “Teatro Azteca”.

En la parte alta se encontraba el famoso “Hotel Sanz” que en su época era de los más importantes, y en la planta baja se localizaban varios comercios entre ellos la cantina “Gambrinus”.

Para 1928 la sociedad potosina era considerada como un público fino, inteligente y conocedor, por lo menos en lo que a nivel de eventos culturales se refiere, pero carente de espacio adecuado, tal como lo señala la publicación de un folleto con motivo de la inauguración del “Teatro Azteca”, en la que destaca:

“Es evidente y bien notorio en la República entera. Que en San Luis Potosí se ha distinguido extraordinariamente por la cultura de su sociedad; pocas son las capitales de los estados… que cuentan con un núcleo social tan homogéneo y unido como el potosino... A cualquier artista, concertista, cantante y hasta un torero, le impone y preocupa presentarse ante el auditorio potosino, por su crítica tan severa y sus conocimientos tan concienzudos y elevados; en resumen, un público fino, inteligente y conocedor”.

“…San Luis… carecía de un local digno de su sociedad y cultura”, por lo que la empresa representada por Alfonso Lasso de la Vega, realizó el proyecto que se había convertido en una necesidad de la población.

La realización del proyecto duró casi ocho años, adquiriendo inicialmente la pequeña casa de la antigua cantina “Gambrinus”, en fragmentos parciales, con intervalos de algunos años; posteriormente, siguió el esfuerzo por la adquisición de lotes o fragmentos de las propiedades o casas colindantes, cristalizándose al fin en realidad, en el momento que tomaba posesión del gobierno del estado, Saturnino Cedillo.

Los trabajos iniciaron el 1 de noviembre de 1927, bajo la dirección del arquitecto metropolitano Carlos Crombé, constructor del “Teatro Olimpia de México”, la obra concluyó poco después de un año.

La inauguración del Teatro Azteca se realizó el 24 de noviembre de 1928 y en donde Alfredo Lasso de la Vega expresó: “Dedico la realización del esfuerzo mayor de mi vida, germinando en mi cerebro silenciosamente varios años atrás, venciendo innumerables obstáculos y forjados en fragmentos de tierra y voluntad, a la culta sociedad potosina, acreedora a los progresos nacionales civilizados; al gobernador de mi estado, que se preocupa por el embellecimiento de la ciudad, impulsándolo tan dignamente, y a la inolvidable memoria de mi madre y hermano recientemente desaparecidos; creyendo haber cumplido con mi deber, al aportar a San Luis, la obra de Teatro Azteca”.

A partir de ese momento el “Teatro Azteca” se mantuvo con éxito durante varias décadas, pero ante la creación de salas de cine más funcionales y modernas tuvo que cerrar a mediados de la década de los 70 y derrumbado varios meses después.

Ante la demolición del teatro, en uno de los diarios locales se externó: Tal vez se construya un moderno edificio en el hueco que dejo el Teatro Azteca, cuya fachada esté acorde con la arquitectura que se requiere, pero nos parecerá descubrir cierta ausencia, pero no es posible olvidar lo desaparecido en la memoria sentimental, el recuerdo imperecedero de lo vivido.

Norma Rivera | El Sol de San Luis

A petición del gobernador Guillermo Fonseca Alvarez 1973- 1979, el terreno se adquirió y se decidió demoler el edificio hasta sus cimientos para la construcción de la sala de arte infantil bajo la supervisión del Sistema de Desarrollo Integral de la Familia DIF que se inauguró en 1978, con la finalidad de promover en la población infantil la cultura y el arte.

Desde esa década la fachada es la misma hasta el día de hoy. Durante el periodo del gobernador Carlos Jonguitud Barrios -1979 – 1985- la planta baja de este inmueble fue habilitado para funcionar como oficina de la Dirección General de Turismo Estatal y en la parte superior continuó funcionando como sala cinematográfica.

Para 1989, el gobernador Florencio Salazar Martínez, se propuso que el Honorable Congreso del Estado debería contar con un recinto propio, independiente y funcional, por lo que se planteó que la sala de arte infantil, en ese entonces inoperante, se convirtiera en el nuevo recinto legislativo ya que se acoplaba a los requerimientos necesarios.

Al termino del gobierno de Florencio Salazar Martínez fue el gobernador interino Leopoldino Ortiz Santos, que continuó con el proyecto en manos del arquitecto Marco Antonio Garfias.

La remodelación tardó aproximadamente nueve meses, logrando cubrir las necesidades que debería contar el local. El 15 de mayo de 1990 mediante el decreto N° 517, publicado en el Periódico Oficial del estado es declarado como recinto oficial del Honorable Congreso del Estado; y se inauguró el 6 de junio del mismo año por el entonces presidente de la República Carlos Salinas de Gortari, siendo la LII Legislatura la que concluyó su periodo en el nuevo recinto.

Los integrantes de la LII Legislatura –Septiembre 1987-Septiembre 1990- a quienes les tocó la transición del Palacio de Gobierno al nuevo recinto fueron: Agustín Bocard Alvarado, Juan Hernández de los Santos, Jorge Vinicio Mejía Tobías, Felipe Aurelio Torres Torres, Gualberto Meléndez Cruz, Rafael Tristán López, Fausto Izar Charre, Enrique Calderón Otero, Librado Ricavar García, Raúl Olivares Santos, Guillermo Martínez Santander, José Eduardo González Sierra, Alicia Martínez Martínez, Consuelo Chávez Martínez, Ramón Merino Ramos, Manuel Rivera del Campo, Dámaso Robles García, Guillermo Tiscareño Codina, Paulino Martínez Carmona y Salvador Espinoza Lárraga.

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