La fase tres de esta contingencia, ha obligado a la población a considerar nueva y oportunamente el uso de la bicimensajería, para poder trasladar y realizar mandados de manera rápida y efectiva. Este tipo de servicio además le permite a una parte de la ciudadanía el evitar tener contacto directo con gran cantidad de personas y al mismo tiempo prevenir el contagio por Covid-19.
Si bien la historia del ser humano con la bicicleta está ligada con el avance y la flexibilidad del transporte personal, su uso ahora se ha diversificado. Esta crisis sanitaria ha puesto en evidencia el ingenio de mujeres jóvenes, que a través de cada pedaleo, cumplen la misión de ofrecer un servicio de calidad.
Ya sea para recoger medicamentos, trasladar artículos, ir por el super o entregar alguna paquetería, jóvenes “enrriladas” o “bicimensajeras” -como se hacen llamar-, recorren la ciudad entera para trasladar numerosa cantidad de pedidos realizados por su clientela.
Donde además han encontrado es este oficio no sólo una manera de sobrevivir económicamente, sino también una forma de ayudar a quienes concienzudamente buscan acatar los lineamientos de esta crisis sanitaria.
Y como todo trabajo, es complejo. Siendo mujeres se han enfrentado a gran cantidad de peligros, como el sortear el hostigamiento de irresponsables que están detrás del uso de un volante, al acoso callejero y maltrato de transeúntes.
Así lo mencionó la joven Abril Azul, estudiante universitaria y bicimensajera, quien además agregó que, “yo creo que la dificultad de siempre ha sido lo poco que están pensadas las ciudades para las bicicletas, nunca falta el coche (aunque ahora son menos) que te pasa a 5 cm, las y los cochistas siempre se mueven de formas super rapaces”
Respecto al pago y el trato que recibe por quien solicita su servicio, mencionó que es una situación compleja, porque cobra una tarifa fija para realizar su trabajo en el área del Centro Histórico y de ahi 7 pesos extra por km, “yo por ejemplo no vivo en el Centro, entonces a mi no me queda esa tarifa, nunca se contempla el traslado que haces para ir a recoger algo, o de ahi irte a tu casa, sólo se contempla el recorrido entre el paquete y quien lo recibe”
“En algunas ocasiones, hasta yo misma me devalúo y pienso, bueno me están pagando por hacer algo que me gusta, no debería quejarme. A veces me da pena cobrar lo que cobro, y otras pienso que no es suficiente, este trabajo es de poner el cuerpo por completo”, señaló.
También son un frente muy necesario y valioso para quienes solicitan de su apoyo. Ancianos vulnerables, madres autónomas o personas con comorbilidades, son las que más se amparan de su servicios.
Sus bitácoras de mensajería y viajes repletos de adrenalina, están colmadas de algunas vicisitudes. Ellas bajo el extenuante calor del medio día, o atravesando escandalosas lluvias, salen victoriosas en cada viaje que realizan, y esto, no limita la excelente calidad de su trabajo.
Para Jacqueline Cadena, este oficio es una apuesta de todos los días, “Sorteamos muchos retos como el clima y la inseguridad, el acoso callejero también es algo que nos preocupa. Aunque cuando realizo mi trabajo de mensajería en bici, me siento más que satisfecha, no importa que en ocasiones tenga que ir pedaleando al máximo para salir de colonias inseguras donde solicitan este tipo de labor”.
De igual manera así lo es para Sara Fer Salazar, joven “enrrilada”, quien ha visto en este gran oficio una manera de apoyar a las personas en esta cuarentena alargada, “Las rutas en ocasiones son a lugares retirados, anteriormente me apoyaba de maps, pero esto me ha salido contraproducente porque me marca rutas desconocidas. Pero a pesar de ello, me encanta mi trabajo, estudio bien mi ruta, y siempre llego al lugar donde me indican, ya sea para entregar o recoger lo que me pidan”.
Así es como estas compañeras de rueda, también se han convertido en un frente de batalla dentro de este problema de salud pública, donde ni el Covid 19 les ha quitado las ganas de rodar y ser el soporte de quien más lo necesita.