Entre las puertas y los muros centenarios del Palacio Municipal de San Luis Potosí, se encuentra Edith Camacho Rangel, una figura que trasciende su papel como policía municipal.

Durante 25 años Edith ha sido testigo de los altibajos de la ciudad, una guardiana incansable que no solo protege las puertas de este edificio histórico, sino también el corazón de su comunidad.

Edith no es solo una oficial de policía; es una madre valiente que ha criado a sus tres hijos con amor y dedicación.

Su compromiso con la seguridad de la ciudad no solo proviene de su deber, sino también de su pasión.

Desde joven, sintió la llamada de esta profesión y se entregó por completo a ella. Pese a los obstáculos, pudo formarse como elemento policial, en donde a través de los años, ha enfrentado desafíos no solo consigo misma, sino con una sociedad cambiante, con hechos que van desde manifestaciones hasta la lucha contra la delincuencia en las calles.

“Yo siempre quise ser policía, era un llamado de vocación, quería servir a la comunidad, a su gente, dar seguridad a quienes más lo necesitaban. Hace 25 años me formé en esta profesión y a la par me convertí en madre de familia, también una prioridad en mi vida“, mencionó.

Pero su historia va más allá de las estadísticas y los informes. Edith ha sido un faro de humanidad y gentileza en medio de la burocracia y la rigidez, en donde los regidores, síndicos e incluso la alcaldesa reconocen su labor, pero es la sociedad en su conjunto la que la respeta y admira.

Cada persona que cruza las puertas del Palacio Municipal es recibida con amabilidad y respeto por parte de Edith, quien a sus 43 años, sigue siendo una madre a tiempo completo, equilibrando su arriesgado trabajo con la crianza activa de sus hijos.

“He visto a mi hija mayor convertirse en enfermera y he sido testigo del crecimiento de los otros dos”.

Para ella, ser madre y policía no son roles separados, sino dos caras de la misma moneda, “ambos requieren orden, guía y motivación”, aseguró.

Edith Camacho Rangel personifica la entrega y la pasión por el servicio público. Su historia es un recordatorio de que detrás de cada uniforme hay una persona con sueños, sacrificios y un corazón que late por su comunidad. En las puertas del Palacio Municipal, su presencia es más que un deber; es un ejemplo de valentía y dedicación.