Edificio Ipiña, inspirado en la Rue de Rivoli de París

El Edificio Ipiña fue declarado patrimonio de la humanidad en 2010; fue construido para albergar comercios, despachos y hasta viviendas

Emanuel Landeros / El Sol de San Luis

  · martes 6 de agosto de 2024

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

Popular gimnasio en los años 60 y tiempo después academia femenina, el inmueble destinado a ser parte de la Rue Rivoli potosina, conocido hoy como el Edificio Ipiña, alberga una de las leyendas más famosas de San Luis Potosí.

De acuerdo al estudioso de la historia en el estado, Fernando Chavira López, es una de las construcciones más emblemáticas del centro histórico, se construyó para atender necesidades comerciales, despachos y vivienda, como en su momento fue El Palacio Mercantil, El Palacio Monumental y el Palacio de Cristal.

Considerado monumento histórico, es un edificio emblemático de la ciudad y un punto importante en su arquitectura, en 2010 fue declarado Patrimonio de la Humanidad.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

En charla con El Sol de San Luis, Chavira López narró que “Pantaleón Piña fue padre de J. Encarnación Ipiña, comerciante exitoso de viejo San Luis Potosí, de cuál fue el primer alcalde y quien adquirió la hacienda La Parada, que a su vez engrandeció el albacea Casimiro Toranzo; al morir este la hacienda y comercio las heredaron los hijos de Encarnación, este recibió la mitad de la parada, lo que es la parte norte y la convirtió en hacienda Santa Teresa”.

Tiempo después adquirió otra haciendas en diversas regiones como una tercera parte de la Bocas y la convirtió en Hacienda Vallumbroso, otra fue Bledos y su riqueza se incrementó, esto le permitió viajar por el mundo, de hecho de Europa tomo el nombre de Valle Umbroso para su hacienda y de París, Francia, le fascinó la Rue de Rivoli, que inspirado en ella mando diseñar el edificio Ipiña a semejanza de los que tiene esa avenida.

El proyecto contemplaba dos edificios similares, el que conocemos y otro en la manzana contigua hacia el poniente, pero vino la revolución y no pudo continuar dejando inconcluso el primer edificio, fue Octaviano Cabrera, familiar suyo quien estuvo a cargo de la obra.

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El edificio Ipiña dista mucho de ser de la época colonial, más bien del porfiriato tardío, de influencia francesa. J. Encarnación también fue alcalde de San Luis Potosí y de Ahualulco.

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También fue de los impulsores de la introducción del ferrocarril y defendió a capa y espada que no se construyera en el Paseo de la Constitución -hoy alameda Juan Sarabia- como lo habían proyectado los norteamericanos; de lo contrario en ese espacio se encontraría la estación del ferrocarril.

Un dato interesante, según Chavira López, es que la leyenda de La Maltos, semejante a la de la Mulata de Córdoba veracruzana, “a decir del finado Eduardo López Cruz, no se desarrolló en ese edificio, sino en el espacio que nunca se empezó”.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

La leyenda dice que La Maltos fue una mujer que practicaba artes oscuras y habitaba en el sitio. Extrañamente fue nombrada inquisidora y con una sola palabra aplicaba tormento y mataba en las mazmorras del edificio a las personas que señalaba. Trataba a los reos cruelmente y los sacrificaba en persona. La gente decía que tenía pacto con el diablo. Los políticos le temían mucho y preferían tenerla de amiga que enemiga. El fin de la mujer llegó cuando sacrificó a dos personas muy importantes. La policía mandó arrestarla. La mujer atrapada en su departamento hizo un hechizo y trazó en la pared una carroza jalada por dos grifos. La carroza tomó vida y la hechicera se subió en ella, desapareciendo en el horizonte sin dejar rastro atrás.

De acuerdo a otros historiadores Ipiña era el dueño de varias propiedades en la manzana que colinda con el norte de la Plaza de Armas que incluye la Casa de la Virreina. Originalmente soñó con crear su casa en esta manzana pero no pudo comprar las propiedades restantes entonces tuvo que buscar otro lugar.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

El padre de Ipiña era dueño de una tenería llamada La Maltos -de ahí el nombre de la leyenda- en la manzana que colinda con la parte oeste de la Plaza Fundadores.

La manzana completa es de seis mil 50 metros cuadrados, los Ipiña eran dueños de casi toda la manzana excepto dos fincas en la parte norte; una de las fincas pertenecía a Lamberto Vázquez, amigo de Ipiña pero Vázquez se negó a vender su casa. Con el inicio de la Revolución Mexicana Vázquez se fue a Querétaro y falleció, su viuda cedió el predio en 1930; ya para entonces Ipiña había muerto y se habían detenido las obras. Hoy en día hay un estacionamiento en el predio.