“Casa Martí” o “Palacio Federal” son los nombres oficiales del inmueble que hoy se conoce como Museo Nacional de la Máscara, mismo que es solo un inquilino más de los muchos que ha tenido.
Así lo reseñó el estudioso de la historia de San Luis Potosí, Fernando Chavira López, quien habló con El Sol de San Luis acerca de la historia del emblemático edificio, ubicado frente al Teatro de la Paz.
Narró que a finales del siglo XIX, el rico hacendado Ramón Martí, dueño de la hacienda Santa Catarina, quien vivía en una casona de la Av. de la Fuente (hoy Universidad), entre Zaragoza y Cinco de Mayo; atraído por la novedad de la construcción de uno de los mejores teatros de México, el Teatro de la Paz, y que tenía un solar enfrente, compró otros cinco espacios aledaños en 1894 para lo que sería su mansión, así empezó a construirse el edificio que dirigió el Ing. Enrique Campos.
Sin embargo no logro disfrutar de su sueño, ya que antes de habitarlo o siquiera concluirlo lo sorprendió la muerte en 1898, como una maldición tampoco sus herederos lo usaron pues lo vendieron en 1903 al famoso general Bernardo Reyes, de origen jalisciense pero radicado en Monterrey, que había elegido a San Luis Potosí para retirarse de la vida pública.
El citado personaje había sido varias veces Secretario Federal de Guerra y Marina; sin embargo, le ofrecieron la candidatura al gobierno de Nuevo León y terminó quedándose allá, por lo que su nueva casa la permuto por otra en Monterrey que era del gobierno Federal, esto ocasionó que la todavía Casa Martí pasará a ser propiedad del gobierno de la nación, por eso sus nombres.
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En el devenir del tiempo ha servido de asiento de varias dependencias federales, como Agencia del Ministerio Público, Delegación de la Secretaria de la Reforma Agraria, Telégrafos Nacionales, hasta el día de hoy que alberga el Museo Nacional de la Máscara que, aunque algunos dicen que tiene la mayor colección en México, la verdad es que el Museo Coronel de Zacatecas lo supera en número.
En la década de los 70 se remodeló la Plazoleta de los Insurgentes con su fuente hundida para hacerla más amplia, se derribaron otros negocios y el Hotel de la Paz, dejando al descubierto en obra negra la cara norte del edificio, lo que se aprovechó para finalizarla al estilo de las otras tres caras, indicó.
Finalmente, Chavira López abundó en torno a los inmuebles históricos de la zona y observó que para entonces el convento del Carmen ya había sido seccionado, “de tal modo que el espacio que hoy tiene el Museo del Virreinato lo ocupaba el Colegio del Sagrado Corazón, dónde duró muchos años hasta el gobierno santista”.
Otra parte de este, pero en la parte oriente, lo ocupó el desaparecido Colegio México, que tenía un lugar privilegiado al estar cerca del teatro, de oficinas gubernamentales, plazas y jardines, así como a muy poca distancia la estación del ferrocarril, que también estaba de moda, concluyó.
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