Con una hoja de papel marquilla y un lápiz escolar del número dos, Jaime Limón Romero, dibuja retratos de potosinos y turistas que arriban a la Plaza de Armas en esta capital…
Hace poco más de dos décadas, Jaime llegó a San Luis Potosí proveniente del estado de Puebla y desde entonces hasta el día de hoy, traza su arte sentado en una de las jardineras que se ubican a un costado de la Catedral Metropolitana.
Prefiere salir a trabajar entre semana; disfruta más dibujar los lunes, porque es cuando menos ruido hay en el Centro Histórico y se puede concentrar mejor, relató a El Sol de San Luis. Además de rostros, también dibuja cuerpos y paisajes.
“No creo en los dones, creo en las habilidades y en el desarrollo de las habilidades, por supuesto que toda la gente nace con algo, pero quien no lo desarrolla, quien no se apasiona, quien no lo estudia, el talento no fluye”.
Jaime tiene 50 años de edad, y recuerda que desde niño tiene la habilidad para en un par de trazos plasmar la esencia de las personas… no le gustan las apariencias y prefiere dibujar personas humildes, del campo, sencillas, indicó.
“A veces la gente me confunde, piensa que yo los voy a dibujar como ellos quieren verse, yo soy enemigo de las apariencias y de todo eso que abunda en la sociedad, a mí me gusta mucho dibujar la crudeza, la esencia de la persona”.
Un dibujante autodidacta, así se definió Jaime, quien más allá de ver este oficio como una fuente de ingresos, es la pasión que lo ha seguido desde que aprendió a tomar con sus manos el lápiz; cuando apenas alcanzaba la mesa de su sala, recordó.
Jaime Limón Romero, ha vivido en el mar, en las montañas y en el desierto, pintando los paisajes que yacían a su alrededor. Ganó el premio Anna Sokolow con un cuadro de bailarinas que tituló “Las sombras tienen luz”, dentro del tema “Danza Contemporánea”.
“El dibujo tiene varias vertientes, en ocasiones viene uno porque no tiene dinero, y otras es por necesidad del espíritu de plasmar la esencia humana. A mí no me interesa que mis dibujos, mis pinturas sean bonitos, yo quiero que sean originales”.
Sentado en la jardinera, le sacaba punta a su lápiz escolar, con un exacto; al mismo tiempo, platicó, que no necesita más para ganarse la vida y ser feliz. Padre de dos hijos y abuelo de un pequeño de tres años, Jaime aseguró que hasta su último suspiro se ve “pintando almas”.