Las sustancias inhalables como el thinner, gasolina, limpiador de tuberías, activo, pegamentos de contacto, son altamente dañinas, no solo es el efecto psicoactivo y la modificación cerebral que hace para provocar una adicción, es una sustancia lipofílica, es decir, tiene afinidad por las grasas y todas las barreras que protegen nuestros tejidos, por ello, la importancia de estudio y de apoyo a estas personas.
Explicó el investigador Roberto Emanuel Mercadillo Caballero, quien refirió que al ingresar el inhalable al cuerpo, se abren las barreras que protegen los tejidos y se insertan en ellos, entonces comienzan a destruir el cerebro, hígado, corazón, pulmones, músculos, huesos, se deterioran todos los órganos y con eso la movilidad, la capacidad de memoria de las personas que las emplean.
A decir de la Secretaría de Salud del Gobierno de la República Mexicana, 14.5 por ciento de la población ha consumido drogas ilegales alguna vez (22.6 por ciento hombres y 7 por ciento mujeres). 4.6 por ciento ha consumido drogas ilegales en el último año (7.8 por ciento hombres y 1.6 por ciento mujeres).
Este investigador pertenece al grupo de Psicocalle que es de estudiantes, académicos e investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) unidad Iztapalapa y de otras instituciones de educación superior, integrado para trabajar con la población en situación de calle en la Ciudad de México con problemas con el uso de sustancias inhalables.
El catedrático compartió esta experiencia con la comunidad de la Facultad de Medicina de la Universidad autónoma de San Luis Potosí, UASLP, y platicó que cuando comenzaron a indagar los efectos de estas sustancias en el cerebro y los ambientes en los cuales se consumían, a los estudiantes les quedaba cierta frustración de no poder hacer algo más de solo describir lo que pasaba.
“Decidimos fundar un colectivo en el que hiciéramos investigación- acción, es decir, conocer los efectos de las sustancias, pero también cómo las usaban, porqué, dónde, cómo las compraban y cómo se preparaban, y a partir de eso, trabajar con los usuarios de las sustancias en estrategias de reducción de riesgos y daños”.
También iban creando estrategias para prevención de consumo, sobre todo, en el caso de niños menores, a los que los mismos jóvenes en situación de calle querían proteger para evitar el consumo. El colectivo comenzó a trabajar con la población que habitaba alrededor para reducir el estigma y el rechazo.
“Esto se fue convirtiendo en la labor del colectivo, de científicas y científicos en formación y consolidados, llevando la investigación a las calles, pero también que estas personas aportaran conocimientos, valorados dentro de la academia. Los participantes han compartido sus vidas, hemos evaluado su función cerebral, sistema nervioso, entre otros aspectos”.